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Antonio José Ortega Avilés ha querido dejar en patrimonio al pueblo de Dos Hermanas su testimonio, su pregón del 125 Aniversario de la Hermandad del Gran Poder. Un bonito y emotivo pregón sobre esta efemérides, desde el amor y la devoción, que sólo podía salir de la boca, a modo de oración al Señor del Gran Poder y María Santísima del Mayor Dolor y Traspaso, de un hombre que ya amaba a sus titulares antes, incluso, de que naciera en mes de julio de 1976.

El pregonero abrió las puertas de su pecho en la Parroquia de Santa María Magdalena para que, como lo animó su esposa y presentadora, Laura Díaz Cardona, sus «palabras sean incienso que purifiquen el alma y nos llenen de 125 años de hermandad«. Y así fue, en un pregón del 125 Aniversario de la hermandad de la Madrugá, en el que Antonio invitó a los presentes a sentirse «plenos de Gran Poder» para «predicar, hacer y vivir Gran Poder».

Este pregón, que contó con la presencia del alcalde, Paco Rodríguez, y el presidente del Consejo de Hermandades y Cofradías, Fran Alba, estuvo ambientado musicalmente por varias interpretaciones a cargo Francisco Javier Mena Hervás y Juani Díaz Anquela, con los sones del órgano de N¡colás Barbero. Al comienzo del pregón interpretaron Christus Factus est ( Eduardo Torres), Vexilla Regis (Refice) y unas coplas del S. XIX de A. Solís. Al final, sonó el Sube el Nazareno ( J. Madurga). Además, durante la disertación, el pregonero estuvo arropado en algunos momentos por el piano y las voces de Rocío y Lola Avilés Ortega.

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Una presentación exhaustiva y detallista

El pregonero fue presentado por la persona que mejor podía hacerlo, su esposa, Laura Díaz Cardona, quien confesó, nada más empezar a hablar, «lo difícil que resulta presentar de la forma más objetiva posible a la persona con la que llevo compartiendo mi vida desde hace 31 años». Ella supo realizar una exhaustiva y detallista presentación del pregonero desde todas las facetas de su vida: personal, familiar, profesional y como hombre de hermandad. Ya que, como Laura explicó, «hay personas que necesitan a la hermandad y hermandades que necesitan de estas. Antonio es una de ellas y, por eso, quizás esté hoy aquí».

Antonio José Ortega Avilés llegó a las hermandad antes de nacer y cuando conoció a la que hoy es su esposa le dijo «hay dos cosas que no me vas a quitar nunca en la vida: el fútbol y la hermandad, ya que ella está en mi vida antes que tú». Lo tenía claro. Antonio se crió entre las barriadas de Cantey y las Casas Baratas. Estudió en el Colegio Maestra Dolores Velasco y el IES Gonzalo Nazareno para licenciarse, posteriormente, en Derecho y, tras varios vaivenes laborales, aprobar sus oposiciones como funcionario de carrera en el ámbito de la justicia. Está casado y es padre de dos hijos, entrando a formar parte de la junta de gobierno de la Hermandad de Gran Poder con 18 años y ocupando diferentes cargos, en la actualidad, el de secretario primero.

Pregón desde el amor y la devoción

El pregón del 125 Aniversario de Gran Poder tuvo un ingenioso comienzo. Basándose en lo que cuentan las crónicas, durante casi diez minutos ininterrumpidos, Antonio hizo un exhaustivo análisis de la actualidad, del contexto y del pueblo, en el que, hace más de un siglo, llegó la devoción de Jesús del Gran Poder. Una Dos Hermanas «que era un pueblo feo, con fama de rústico y carente de elegancia», como lo describió Cecilia Bohl de Faber en sus textos. En esta época, la que la Romería de Valme contaba con pocos años de vida y se celebraban con gran pompa las fiestas patronales de Santa Ana, siendo tres las hermandades que realizaban estación de penitencia: Vera-Cruz, Santo Entierro y Oración en el Huerto. En ese momento, un 10 de febrero de 1899, fue el día elegido por un grupo de nazarenos para fundar esta hermandad y, desde entonces, «de este pueblo su nombre es la vida, latir fervoroso de su gente, que a sus plantas se arodilla…Es su nombre, Gran Poder, el Señor de Dos Hermanas«.

El pregonero se planteó dos dudas, tras recibir el encargo de este pregón, «una honrra inmerecida«, según sus palabras. Por una parte, ¿ahora qué digo?, pero, sobre todo, ¿quién soy yo para hablar de estos 125 años de historia?. Antonio se planteó este cometido como «una estación de penitencia» de costalero se tratara, aunque «sin relevos», pensando «en un solo de frente que me haga terminar la mañana con algo de dignidad». Y, aunque se definió como «un torpe orador», Antonio demostró durante la hora y veinte minutos de pregón una gran destreza con las palabras, pero, sobre todo, una gran sensibilidad, para contar al público, dirigiéndose al Señor que precedía el altar, «que este es el Gran Poder y solo él es el gran poder de Dios».

El pregonero hizo un leve repaso por la historia de esta corporación, como si de una aventura en barco se tratase, con momentos malos y buenos. Antonio se acordó de los años 20, que «casi dan al traste con esta singladura», o la complicada década de los 30, en la que la hermandad ya era ejemplo de solidaridad, «50 años antes de que se crease su Bolsa de Caridad». También relató aquellos años en los que la cofrafía llegó a salir por la tarde, cuando por la noche llovía, o esas cesiones de ajuar para la Virgen de hermandades de Sevilla, como La O o la La Hiniesta. También habló de Diego Santana y su gesta para salvar de las llamas a las imágenes titulares o de las familias que guardaron las tallas en tiempos de contienda civil.

Antonio José Ortega Avilés convirtió uno de los momentos más críticos de su pregón en todo un homenaje con un sentido y prolongado aplauso final. Empezó hablando de las «críticas con mala intención» y las «afirmaciones vacías» de algunos hermanos en contra del trabajo de la junta de gobierno, movidos por el «soberbio ego que a todos nos invade». A los que, añadió, «solo les bastaría con meter la mano en el pecho, ser sinceros y preguntarse qué podemos hacer nosotros por la hermandad», ya que, estos 125 años de historia han servido para demostrar que «todos somos necesarios, hemos sido un granito de arena, pero nadie es imprescindible». Para terminar hablando de Él, José Sánchez Blanco ‘Palomo’, el que siempre está, pendiente de todo, como ejemplo del «trabajo más discreto, humilde y siempre callado».

Y de emoción a emoción para hablar de aquellas hermanos que también han sido parte de este primer siglo de historia y que ya han fallecido, «aunque siempre estén presentes en las nubes de incienso«. Para referirse a ellos, el pregonero utilizó un bonito símil, asegurando que ahora «forman parte de una nueva hermandad en el cielo, integrada por mujeres y hombres buenos, en la que ya no va de luto el primer varal izquiero del paso de la Virgen».

Y Ortega Avilés no podía cerrar este pregón del 125 aniversario sin hablar de María Santísima del Mayor Dolor y Traspaso, afirmando que «si difícil es hablar del Señor, de la Virgen, no os podéis imaginar«. Cada vez que contempla su imagen, Antonio regresa de nuevo a su niñez, sintiéndose muy afortunado, como costalero de su cuadrilla, «de poder ser los pies de la Virgen, sintiéndome bajo su manto, en la cuarta trabajadera».

Al terminar el pregón, el hermano mayor, Julio Cruz Rivas, además de dedicar unas palabras a Antonio José Ortega Avilés, le hizo entrega de un pergamino enmarcado como pregonero de este 125 Aniversario de la Hermandad de Gran Poder.

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