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(Juan 4, 12-23) La frase con la que el evangelio de san Mateo resume la primerísima predicación de Jesús, con la que comienza su enseñanza y su labor evangelizadora es: “Convertíos porque está cerca el Reino de Dios”. Esta frase evocaba en el corazón de las personas de Galilea hondas emociones.

Para ellos tenía resonancias religiosas y unas concretas resonancias sociales y políticas: Si Dios reinaba, las legiones romanas y sus levas forzosas a los jóvenes se acabarían; si Dios reinaba, el hambre y la escasez de los pobres se erradicarían; habría justicia para el pobre y pan para todos; los poderosos no se aprovecharían de sus riquezas para amañar las decisiones de los jueces y los que administraran el gobierno no serían corruptos.

Nosotros sabemos que el mensaje de Jesús se fue desarrollando y enriqueciendo; que es su vida entera, su muerte y su resurrección la buena noticia que llena de luz y de esperanza toda nuestra existencia y toda la historia. Pero los cristianos de hoy no debemos olvidar la ilusión por arrancar el sufrimiento de la vida de los pobres que la predicación de Jesús despertó. Cuando Dios reina en nuestra vida se acaban los enfrentamientos entre hermanos, las familias tienen trabajo y dignidad, los más pobres son atendidos y entre los pueblos hay paz.

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Que tu Reino sea un hecho en las fábricas, en los talleres, en las minas, en los campos, en el mar, en las escuelas, en los despachos y en nuestras casas, Señor.

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