Alegría en la fragilidad

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Juan 2,13-25

LAS PARROQUIAS son, muchas veces, lugares donde se recoge y se expresa toda la fragilidad de las personas: oraciones suplicantes y emocionadas ante una imagen del Señor o de la Virgen; silencio humilde y contemplativo ante el Sagrario; padres y madres, a veces cansados, que se acercan con sus niños; ancianas que encuentran en el Templo su segunda casa; familias pobres que vienen a paliar sus carencias y sus necesidades; inmigrantes recién llegados que todavía no han encontrado su lugar en nuestro pueblo; arrepentimiento sincero de quien busca el perdón que necesita en el sacramento; jóvenes en los que palpita la ilusión por cambiar el mundo; el servicio pobre y humilde de muchos que quieren construir la familia de todos…

Las parroquias son lugares donde, cotidianamente, se transforma nuestra fragilidad en impulso hacia el servicio, la esperanza y la alegría. Sólo hay una condición para que esto sea así, aquello que dijo María: «haced lo que Él os diga».

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En las parroquias no es extraño que el más sencillo se sienta protagonista y partícipe; que quien no cuenta en otros lugares, aquí se sepa elegido, valorado; que quien llega desolado y vacío acoja el consuelo que necesita para seguir luchando. Ojalá cada persona que nos acercamos a nuestras parroquias sintamos que nos ponen un nombre nuevo pronunciado por la boca del Señor. Que ya no nos llaman «Abandonados», ni a nuestro pueblo «Devastado»; sino que nos llaman «Elegidos»; y que cada uno escuchemos que se nos dice: «el Señor te prefiere a ti».

Esto es el Señor quien lo hace, sólo nos pide nuestra fragilidad.

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