Mostrar lo que no se ve

CARAS Y LUGARES.

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Esta crítica no podía publicarse en mejor fecha. Precisamente hoy Agnès Varda, cineasta que lleva rodando (documentales sobre todo) más de sesenta años, sopla noventa velas. Casi un siglo en el que nos ha regalado numerosas joyas, pero que ha creado ahora la que quizás sea su obra cumbre.

Francia, 2017 (89′)
Título original: Visages villages.
Escrita y dirigida: Agnès Varda, JR.
Producción: Rosalie Varda.
Fotografía: Roberto de Angelis, Claire Duguet, Julia Fabry, Nicolas Guicheteau, Romain Le Bonniec, Raphaël Minnesota, Valentin Vignet.
Música: Matthieu Chedid.
Montaje: Maxime Pozzi-Garcia, Agnès Varda.

Y lo ha hecho junto al artista visual y muralista conocido simplemente como JR, un compañero que bien podría ser su nieto, un artista callejero del grafitti y la fotografía, con el que comparte (contra lo que pudiera parecer en un principio) una muy similar concepción del arte y de la imagen. Juntos han creado una obra deliciosa, con gotas de ficción, en la que, a modo de road movie, ambos recorren el norte de Francia, recopilando historias y regalando su arte.

La idea es sencilla, pero no por ello menos bella. Con la furgoneta de él, deambulan de pueblo en pueblo, haciendo fotos de gran formato entre sus habitantes y decorando con ellas lugares abandonados, vestigios de un pasado que se fue, convirtiéndolos en obras de arte, en piezas de museo temporales, que sirven para representar bien una reivindicación social, bien el recuerdo de lo que fue, de los que fueron… Mientras tanto, conocemos a estas personas, al cartero que también reparte el pan, a la camarera que se convierte de pronto en la estrella del pueblo…

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La comunión entre los dos mundos, el de la Nouvelle Vague que representa y del que fue musa Varda, y el Street Art del que JR es uno de sus máximos exponentes, es casi total. Trata Caras y lugares de mostrar lo oculto, lo que es tan cotidiano que llega a ser casi desconocido, y hacer que sea prácticamente lo único visible. Y lo hace con el método con el que Varda ha trabajado tanto, con la relación entre el cine y la fotografía.

La obra de esta atípica pareja tiene humor, tiene seriedad, tiene alegría y tristeza… Convierten sus obras en homenajes al tesón y al trabajo de la gente de a pie, a su nobleza, convirtiendo a los ‘pequeños’ en tótems. Y llega a un clímax inconcluso, magnífico, con ese encuentro frustrado con otro monstruo (¿no sólo cinéfilo?) del cine que es Godard, otra de las historias del pasado (de las que habla esta cinta) que Varda no logra cerrar.

Documental Caras y Lugares

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