Un milagro que siga sorprendiendo

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Película Café SocietyCAFÉ SOCIETY

El hecho de que Woody Allen, un director que pasa ya de los ochenta años y que, puntualmente, entrega una nueva película al año, siga sorprendiéndonos, evolucionando en su trayectoria, a pesar de, en el fondo, estar contando casi siempre la misma historia, no se aleja mucho de ser un pequeño milagro.

{xtypo_rounded3}Estados Unidos, 2016 (96′)
Escrita y dirigida: Woody Allen.
Producción: Letty Aronson, Stephen Tenenbaum, Edward Walson.
Fotografía: Vittorio Storaro.
Música: Varios.
Montaje: Alisa Lepselter.
Intérpretes: Jesse Eisenberg (Bobby Dorfman), Kristen Stewart (Vonnie), Steve Carell (Phil Stern), Parker Posey (Rad Taylor), Blake Lively (Veronica), Corey Stoll (Ben Dorfman), Jeannie Berlin (Rose Dorfman), Ken Stott (Marty Dorfman), Greg Binkley (Mike), Paul Schneider (Steve), Sari Lennick (Evelyn), Stephen Kunken (Leonard), Anna Camp (Candy).{/xtypo_rounded3}

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A pesar de que, en un principio, la nueva obra del genio de Manhattan asusta (hace temer lo peor con ese uso de la voz en off de un narrador omnisciente (el propio director), con lo peligroso que es eso, y lo mucho que acerca a una película, sí, con su simple uso, al fracaso más estrepitoso), lo bueno de Woody es que es precisamente esto lo que hace que su película sobresalga por encima de todas las que se estrenan semanalmente. Porque nadie, nadie, se atreve a hacer esto. Y ello hace que Allen, a pesar de tratar siempre los mismos temas, como decíamos, se reinvente y evolucione cada vez que se pone detrás de las cámaras.

Hay muchas películas en esta película. La principal es la historia de amor (¿imposible?) de Bobby, un chico humilde del Bronx que llega a Hollywood con la intención de labrarse una carrera en la industria del cine con la ayuda de su tío Phil, un importante agente y productor. Allí se enamora de Vonnie, la secretaria de su tío; pero aunque ella también siente cierta atracción, ya tiene pareja. Pero también es una descripción de un Hollywood banal y, en cierto modo, vulgar, frente a una Nueva York maravillosa, llena de clubs y de jazz; y, en parte, una cinta de gangsters, de cómo se las gastaban y resolvían sus problemas en la época.

Esta Café society, sin llegar a ser parte del grupo de grandes obras maestras del pequeño genio, está muy por encima de las cintas que ha hecho en los últimos años (de las tres mejores de la última década). Es una comedia triste, una cinta que, sin perder el humor del que Allen sabe hacer tan buen uso (maravillosas frases y fantásticos diálogos jalonan todo su metraje: “La vida es una comedia escrita por un cómico sádico”, “Tengo dos Oscars. No me conocerás, soy guionista”), es una película nostálgica, sobre el poso de amargura que deja el amor perdido (¡ay, ese encadenado de primeros planos con el que termina la cinta!, pura delicia cinematográfica).

Y, por supuesto, está la fotografía del maestro Storaro, iluminando un plano con un par de velas, en una de las escenas más bellas de la película…

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