Las lágrimas de San Pablo

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Hay algunos milagros muy desconocidos en San Juan Pablo II, uno de ellos es que en su terrible y larga agonía no cesaba de llorar por el lagrimal de su ojo derecho. Pero ahí no queda la cosa, sino que horas después de su fallecimiento continuó llorando por ese mismo ojo aún teniéndolo cerrado… ¿Por qué lloraba Juan Pablo II? ¿Qué sufrimientos llevaba en su alma? El fluir de las lágrimas de un cadáver ¿Tiene esto alguna explicación médica?

Ninguna, no es lógico y menos aún muchas horas después de haberse producido la muerte. Pero el alma de Juan Pablo II lloraba a lágrimas viva, lágrimas que todavía seguía derramando su cadáver después de haber traspasado los umbrales de la muerte. Estas lágrimas fueron causadas por los dolores y desengaños que recibió de aquellos mismos que un día lo “jalearon”, los que le aplaudieron por la “caída” del muro de Berlín, y que lo abandonaron cuando pedía la “paz” y condenaba toda intervención en Irak. Se dice que, discutiendo sobre la necesidad de la paz y condenando la guerra, -tanto irritaba a Juan Pablo II estas acciones tan criminales que llegaron a derramar tanta sangre inocente, que llegó a dar más de un puñetazo sobre la mesa. En su deseo de evitar la guerra llegó incluso, a propiciar una piadosa peregrinación de las reliquias de Santa Teresita de Lisieux, trasladándola hasta la capital de Irak.

Pero esta acción de misericordia no llegó a conmover los corazones de los protagonistas de ese “triángulo” (mortal) formado por Bush, Toni Bler y Aznar, que reunidos en las Azores ya habían decretado con el argumento de las “mentiras” de las armas de destrucción masiva, la invasión y muerte del inocente pueblo de Irak, cuyas dolorosas consecuencias llegan hasta nuestros días. Estos belicosos propiciaron la guerra sobre Irak en contra del Papa y del sentir de la Iglesia en general, en contra de la ONU, sin atenerse a ningún respeto del Derecho Internacional, en contra de todas las personas de “buena voluntad”.

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Otro golpe mortal que se llevó Juan Pablo II, fue cuando el miércoles Santo de 1999, a las puertas del Tercer Milenio, la OTAN comenzó sus bombardeos sobre el inocente pueblo de Yugoslavia, que con la excusa de quitar un “tirano” arrasaron de forma indiscriminada, puentes (llenos de obreros), hospitales, incluso alguna iglesia, pero ¡claro! a estos crímenes le llaman ¡daños colaterales! Juan Pablo II no dudó desde el primer momento condenar esta invasión…

Tantos sufrimientos le acarrearon estas atrocidades, que hasta le hicieron llorar después de muerto: “Darán cuenta ante Dios y la Historia”. Esta denuncia suya se podría aplicar también contra los que invadieron Libia y Siria, los mismos que “financian” el terrorismo yihísta para desestabilizar los países no apto al Nuevo Orden.

 

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