Sr. D. Antonio Jesús Echeverría Campos. Urbanización Ntra. Sra. de los Dolores. Calle: Virgen de la Esperanza. (El Cielo)
Querido Antonio Jesús:
Espero que Ana sepa el franqueo que le tengo que poner a esta carta para que llegue a su destino.
Me atrevo a escribirte para contarte lo mucho que te echamos de menos. No pasa un solo día donde no nos acordemos de ti.
Quisiera poner en orden mis recuerdos, pero sin querer se me agolpan en la mente y he de elegir los más importantes. Aunque para mí, los son todos.
Nos conocimos muy jóvenes y hasta tu última hora nos honraste con tu amistad. Sé bien el cariño que le profesabas a Inés y a Rafael Alberto, a quien enseñaste todo lo relacionado con el mundo del costal, le inculcaste cómo tratar a los hermanos costaleros y le enseñaste la forma tan particular y elegante de llevar los pasos que tú tenías.
¡Cuántas noches de ensayos de costaleros!¡Cuantos momentos compartidos! Primero de costalero, después de contraguía y más tarde de capataz. ¿Recuerdas el día que te dije que tenías que sacar el paso de Palio de nuestra Virgen de los Dolores? Y así fue. Con valentía y maestría lo sacaste y con la misma valentía y maestría lo aceptaste cuando te llegó el relevo.
¿Recuerdas el día que te hice medir los cables del itinerario del Miércoles Santo? Yo decía que el paso no cabía y tú, haciendo uso de tu santa paciencia, te recorriste todas las calles midiendo cuantos cables encontrabas. Al final ninguno estorbaba y el comentario que hiciste me lo guardo para mí, pero cada vez que veo un cable bajito me acuerdo de ti. ¡Perdóname gordo, pero no puedo dejar de reír!
¿Recuerdas Antonio Jesús aquellos Lunes Santo en los que ibas de costalero en el paso de Cristo de tu Hermandad del Museo? Tenías el relevo en el banco de España. Te esperábamos y acompañábamos a tomar un refresco, comentando como iba todo.
¿Recuerdas aquel año que queríamos ver la Cofradía del Beso de Judas pero un ligero incidente casi nos dejas sin verla? Sé que ahora cuando estés leyendo este párrafo te estarás partiendo de risa. Lo mismo nos pasa a los dos amigos que te acompañábamos ese día cuando lo recordamos pues la cosa tuvo su mijílla de guasa.
¿Recuerdas Antonio los almuerzos de los Domingos de Ramos? Yo siempre metiendo prisas y tú siempre igual: “Tranquilo, que sobra tiempo”. Un año le dijiste al camarero: “A Rafael le pones el primero, segundo, el postre y el café todo junto que tiene prisa”.
Este último Domingo de Ramos, que ya estabas enfermo, por prudencia no te dije nada, y fuiste tú el Viernes de Dolores en nuestra casa de Hermandad quien me dijiste : “Nander, el domingo almorzaremos, ¿no?. No sabes la alegría que siento por haber compartido contigo y tu familia esa comida, sin saber que sería la última. Ya en la puerta del restaurante nos despedimos y haciendo gala de tu buen humor dijiste: “Bueno ustedes al Rocío y nosotros a Valme”, pues ingresabas de nuevo esa misma tarde.
¿Recuerdas Antonio Jesús las veces que decíamos a tu hijo Rafa? “Cuando llames al martillo toca fuerte, y la voz de mando que sea fuerte y clara para que se enteren bien”. El día antes de tu partida salió nuestra Virgen de Rosario y él ocupó durante bastante tiempo tu lugar de capataz en el paso. ¡Qué te hubiese gustado verle, amigo! Y eso que las noticias que nos llegaban de tu salud no eran nada buenas. Por cierto, la primera marcha que interpretó la banda es la que tanto te gusta: Virgen de la Palma y nuestro Capataz Mayor me comentó su intención de que se escuchara todos los Miércoles Santo en tu honor.
¿Recuerdas el día que nuestra Hermandad de Cautivo me ofreció un almuerzo homenaje cuando decidí dejar el martillo por mi problema de voz? Me dijiste, y escrito por ti está, que continuara de capataz todo el tiempo que quisiera, que tú estarías de segundo, trabajando y organizándolo todo.
¿Recuerdas los buenos momentos vividos en el coro de nuestra Hermandad de la Oración en el Huerto? Los ensayos, los viajes, en el teatro, cantando en los nacimientos de nuestro pueblo, en la Paraliturgia de la Nochebuena, cantándole a nuestra Esperanza, en la comida de Navidad.
Tu cántaro no dejará de sonar, ni tu contestación a: “¿Qué cantamos ahora?”. “El himno de los Campanilleros”, decías. Siempre te gustaba terminar con él.
El último de mis recuerdos es para la etapa de tu enfermedad. Me alegro de haber sido tu costalero y ayudarte a subir las escaleras de tu casa cuando ya sólo no podías. Me decías: ”Despacio”, y poco a poco subíamos los escalones hasta llegar arriba.
Me imagino tu llegada a las puertas del cielo. Habría una larga cola para recibirte. No todos los días llegarán personas como tú. Ya tendrás tu cuadrilla igualá pues con tantos buenos cofrades y costaleros no te habrá sido difícil conseguirla. Tendrás lugar de reunión, seguro una tabernita y habrás encontrado a la persona ideal para atender a tan distinguida clientela. En las reuniones se hablará como aquí, un poquito de todo, pero siempre de Semana Santa. Todo esto tomando una cervecita con una tapita de caracoles o boquerones en vinagre.
Antonio Jesús, querido amigo, un favor te tengo que pedir. Como se que tendrás bastante influencia, a ver si hablas con el máximo responsable y le dices que cuando llegue mi hora me abra la puerta, aunque sea la más pequeña, y me lleve contigo para seguir hablando de las cosas que tanto nos gustan.
Bueno, ya termino. Me quedan bastantes cosas por contarte, pues desde que nos dejaste, como imaginarás, han pasado muchas, así que me he comprado un cuaderno para apuntarlo todo y que no se me olvide nada cuando te vea. Espero encontrarte con el mismo buen humor que tenías aquí en la tierra y con las mismas ocurrencias. No sabes cómo las echamos de menos.
Un abrazo de tu amigo que te quiere y te recordará siempre.