En memoria de Antonio Prieto

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Algo se muere en el alma cuando un amigo se va…. Qué trance estaría pasando el autor de esta composición, real o imaginariamente, para expresar de manera tan clara y concisa el sentimiento de dolor y frustración por la marcha de un amigo. Cuando esa marcha es definitiva y el amigo es un ser tan querido como Antonio Prieto, quisiéramos tener la fluidez de lenguaje del poeta para manifestar ese dolor que nos embarga a quienes le conocimos y disfrutamos de su amistad.

 

Antonio fue lo que en todas las acepciones del término bueno significa ser bueno: fue un buen hijo, un buen hermano, un buen amigo, un buen esposo, un buen padre, un buen profesional, cuyo trabajo amaba y ejecutaba con maestría, de tal suerte que San Pedro le habrá encargado alguna obra en el Cielo.

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Siempre tenía la sonrisa en la boca; siempre podías pedirle un favor con la seguridad de que te lo haría si estaba en su mano. Era un hombre de extracción humilde que mejoró su posición a base de tesón y esfuerzo. Siempre mantuvo los mismos amigos a los que era fiel en su amistad.

Su matrimonio con Rocío (dulce Rocío, alegre, positiva, cariñosa, siempre riendo) le hizo ser menos introvertido, más abierto. Rocío le transmitió su frescura y su alegría por la vida. Alegría y frescura que una enfermedad cruel (todas las enfermedades son crueles) se ha encargado de arrebatarle a Antonio. Sus familiares y amigos hemos dejado de disfrutar de una magnífica persona; pero existirá mientras vivamos porque siempre le recordaremos, como se recuerdan las personas queridas.
A Rocío se le ha quebrado el alma con la pérdida de su hombre. Mientra vivió se quisieron de manera profunda y cómplice, con un cariño que da envidia sana. Que esa alegría y fuerza que siempre has tenido, querida Rocío, te sirvan para sobrellevar este trance.

Y tu madre, Antonio. No hay palabras para describir la entereza de una señora que tanto ha sufrido, acompañándote y recordando seguramente cuando te parió. Las madres, Antonio, las madres, las esposas y las madres, cuánto debemos a unas y otras.. y los amigos “El Marqués de Baldomero”, el de Cala, Manolo el de la Motilla, Pepe El Gordo, Juan Rincón, y tantos otros, a los que nos has dejado una huella que no se puede borrar.

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