Indecisos

0
- Publicidad -

Son muchos los indecisos y próximos están los dos partidos principales en intención de votos. Tanto que parece que son aquellos los que pueden, paradójicamente, decidir o mejor inclinar hacia un lado u otro la balanza para determinar el gobierno de los próximos cuatro años. Por ahí se dilucidará si tendremos un gobierno que le dé más o menos gusto al sistema. Pero, claro, siempre desde la posición de darle gusto. 

Si bien se mira, lo que es notable no es que haya indecisos sino que en España encontremos tantos que tengan las cosas, aparentemente, claras, determinadas, decididas. En el mercado de indecisos podemos distinguir tres clases: indecisos totales, indecisos a medias y electores un poco indecisos. Los primeros son difíciles de mover, como aquel asno de Buridán, el viejo rector de la Universidad de París en el siglo XIV, que planteaba que (sin ánimo de molestar a indecisos) si un asno tiene frente a sí dos platos con haces de heno igualmente apetitosas moriría de hambre ante la imposibilidad de decidirse entre ambos. En segundo lugar los indecisos a medias se decidirán por una de las partes, aunque no de buena gana. Es el caso de aquellos, verbigracia, que en la segunda legislatura del PP votaron por el desarrollo y después no podían dormir oyendo en los medios las bombas que caían sobre Bagdad matando colaterales y objetivos. Los terceros son los un poco indecisos e inseguros al fin, más fáciles de llevar a huerto definido a poco que el orador de turno, más o menos sofista, sea suficientemente hábil en la dialéctica de los mítines.

Mitin en su origen se refiere a un encuentro y en política es una reunión generalizada de devotos políticos, que ya saben lo que van a oír, pero disfrutan oyéndolo otra vez. No obstante, también están allí indecisos que con caras de neófitos o catecúmenos, reciben palmadas en la espalda y saludos de fervientes con intercambio de cariños y besitos por votos. Pero un partido no se alimenta habitualmente de indecisos, lejos de ello necesita una militancia. Esta palabra nos evoca el término militar, o sea de ordeno y mando y no preguntes mucho. Desconocen en grado altísimo lo que es la democracia interna. Así, que si por una parte los indecisos son libres, pues no están determinados, los militantes dicen serlo porque beben en las mismas fuentes de las creencias de su partido, sistema incluido.

- Publicidad -

Así que los indecisos son como unos clásicos que están pensativos con Miguel de Cervantes en su Don Quijote cuando escribe “la verdad anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua”. Por eso que merodean por los mítines nuestros indecisos, buscando a qué partido se le ve más aceite.  En este punto, el primero y gran argumento para indecisos es decir las cosas tal como son y todas. Mal lo tienen los partidos cuando los fríos indecisos descubren mentiras, por otro lado nada infrecuentes. Porque a los determinados o devotos les da un tanto igual lo que digan los candidatos, todo parece valer, según nos aparece.

De cualquier manera tampoco conviene ser un indeciso “in aeternum” porque te puedes quedar inmóvil, como el de Buridán, pues parece ser a veces  mejor mojarse que no hacer nada, salvado, cómo no, el derecho a la objeción concreta e invencible, dicho de otra manera el “por ahí no paso”. Los indecisos, digámoslo con toda seguridad, se deben decidir en lo posible, si no cuanto antes, si al menos para el nueve de marzo. Si no lo hacen pasarán a la cofradía de los agnósticos políticos que nunca están seguros de nada y que reflexionan con Descartes así: “pienso y, sobre todo, dudo, luego existo. Y están en su derecho de dudar y de existir.

Es obvio que el partido que puede gustar algo más tiene cosas rechazables. Sin embargo, es muy difícil hacer una valoración de futuro con los pobres elementos con que contamos en tiempos de campaña. Las palabras, dice el pueblo, se las lleva el viento. Un votante deberá cargar con el sistema que es el primer matador y principal, tendrá que aguantar las inseguridades laborales derivadas del mismo, llevar como pueda la justicia siempre olvidadiza de su misión distributiva y otras penalidades. Es importante saber que lo mejor es enemigo de lo bueno y que al intentar no votar cizañas, podemos destrozar trigos y eso es un desperdicio. Quizás haya que cargar con cizañas para evitar males mayores. Nunca se sabe. Llegados hasta aquí, muchos votantes indecisos terminan por decidirse por la posición en la que ven mejor voluntad y cercanía o, tal vez,  por no votar o hacerlo en blanco.     

¿Cómo podríamos hacer para que los elegidos supieran que cuando les entregamos el voto hay muchos que no queremos decir sí a todo lo que hay detrás de unas siglas, que sólo expresamos nuestra confianza en lo que creemos lo mejor de lo posible y que nos gustaría participar de alguna manera en temas importantes durante los cuatro años y no comulgar después con ruedas de molino imprevistas que son indigestas?

Poco a poco tendremos que romper la tolerancia al sistema, su fuerza e independencia. Algo así como una evaluación continuada. Además, ya se perfilan otras maneras de democracia más avanzadas para perfeccionar el juego político, como puede ser la doble viabilidad activa, soportada e institucionalizada,  que añadiría más de una dirección o camino dentro de un mismo sentido por cada partido. Piénsese, por ejemplo, en el dispendio político que ha supuesto para el PP el tema Gallardón y el vacío de sentido para una parte de sus votantes.

- Publicidad -

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí
Captcha verification failed!
La puntuación de usuario de captcha falló. ¡por favor contáctenos!