“Pon tu servilleta en el regazo”

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    Una servilleta sobre la mesa: es bastante sencillo y común. Pero, para mí, es bastante para desbaratar todo el concepto de mi mundo.  Soy de los Estados Unidos y hasta ahora, los Estados Unidos eran la única cosa que conocía. Mi mente estaba llena de las memorias de mi niñez, con  miles de veces  mi mamá diciendo, “Pon tu servilleta en el regazo…” otra vez, y otra vez, y otra vez. En mi hogar, poner una servilleta sobre la mesa es considerado mala educación, y si alguien mira una servilleta, es un horror.

     

     Entonces, desde una edad joven, aprendí cómo arrugar mi servilleta y ponerla entre las piernas para que no se moviera. Tenía mucho cuidado con eso, porque sabía que la más pequeña ráfaga de viento podría moverla al suelo y a la vista de todos. Me aseguraba que eso nunca ocurriría, siempre moviéndola rápidamente del regazo a la basura después de una comida, para garantizar que nadie pudiera verla.

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    Entonces, la primera vez que vi una servilleta en la mesa, sin vergüenza, sin… nada de atención, fue un asombro para mí. Quería arrebatar la servilleta y ponerla en las rodillas de la española tan pronto como pudiera. Mis ojos estaban clavados en la servilleta, que estaba llena de salsa y migas de pan. Y más que eso, yo era la única que prestaba algo de atención a la servilleta sucia, “¿Qué está pasando?”
    Y así es como vivo en Sevilla: con confusión. Mis 20 años de crecimiento en los Estados Unidos me han preparado para mucho, pero no para vivir en España. Y eso, sabía… más o menos. Cuando salí para estudiar a la Universidad de Sevilla, sabía que los cuatro meses del cuatrimestre serían difíciles, pero no sabía exactamente qué sería difícil.

    Ahora lo sé: todo; como cuando me pierdo en el autobús, no entiendo lo que los andaluces dicen cuando cortan sus palabras, o no sé por qué la taquillera del cine quiere saber en qué fila quiero sentarme. Por eso, la mayoría del tiempo me siento estúpida, algunos segundos (o más) detrás de todos.

    Pero el apoyo de la ciudad hace todo mejor. Vivo con una familia sevillana y su paciencia es siempre infinita. Las dos mujeres de la familia esperan cuando no puedo hablar rápidamente, y me ayudan cuando no sé la palabra que necesito. Las dos saben que lo estoy intentando, y por eso, tengo puntos — figurativamente y literalmente — con las dos, y también, parece, con todos los españoles. Cuando mis amigas y yo vamos a Starbucks (porque sí, somos americanas), el camarero nos da puntos dependiendo del calibre de nuestro español. Escribe los puntos en nuestros vasos. Ya tengo nueve puntos.

    La vida aquí es confusa… y frustrante y chistosa y una oportunidad para aprender y crecer. La gente y la cultura de España no son cosas que pueda aprender al otro lado del Atlántico; y por eso, vivo aquí. Aprenderé mucho, más que la lengua y más que los temas de un libro o una clase. Esta experiencia cambiará mi vida. Estaré más abierta a las culturas diferentes y otros modos de vivir. Y por eso seré una persona mejor. Creo que para encontrarse como una persona mejor, primero es necesario perderse.

    Entonces, al comienzo de cada comida, intento poner mi servilleta sobre la mesa. Pero puedo aguantar sólo algunos momentitos antes de tener que ponerla otra vez en el regazo… seguido por un suspiro de alivio. Espero que, con el tiempo, pueda aguantar todo el tiempo de la comida con mi servilleta sobre la mesa. Y cuando regrese a mi casa de los Estados Unidos, mi mamá me diga, como en los días de mi niñez, “Pon tu servilleta en el regazo.”

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