Existe una mujer en Dos Hermanas
que sabe susurrar a las canciones:
que logra superar las aduanas
de sus notas, sus cotas, sus presiones,
sus trazos, sus portazos, sus bajezas,
sus lazos, sus sargazos y sus sones.
Consigue liberar las asperezas
de unas letras que hoy, la mayoría,
van colmadas de errores y simplezas;
van regadas de savia sin valía;
van cargadas de ripios predecibles
y lastradas de ñoña poesía.
Difíciles susurros –imposibles–
a poco que se quiera bucear
en burdos cancioneros incomibles
ajenos a la historia y al lugar
que ocuparan los cantos trovadores
con algo que decir y que escuchar…
Susurros como gritos rompedores
son los tuyos, mujer, que a la romanza
y a sus amos –poetas y escritores-
le darás su valor en la balanza.
Medirás el mensaje que, cantando,
quiso dar el artista en su esperanza
de que el son moldeara su templanza
y que tú, desvelaras susurrando…