Discapacidad e Igualdad

0
- Publicidad -

Si no entiendes el ansia de justicia social, habla con el padre o la madre de una persona con discapacidad. Si no sabes por qué la igualdad tiene que dejar de ser un concepto abstracto, una más de esas obsesiones idealizadas de la izquierda, pregúntale a la gente de Anidi, o de cualquier otra asociación volcada con los problemas de la discapacidad física, psíquica o intelectual, cuántas veces se han tenido que estrellar contra el muro de las desigualdades para alcanzar los logros que ahora tienen y que, pese a todo, siguen siendo insuficientes. Pregúntales a esos padres y madres, que viven cada día peleando por la dignidad más esencial de la vida humana, cuántas de esas veces se han visto desquiciados por un sistema que sólo invierte en altruismo cuando éste resulta rentable económica, mediática o políticamente. Que te expliquen cuál es la diferencia entre la ética y la caridad. Que te hablen de la demagogia, de la palmadita en la espalda, del vuelva usted mañana.

Está demostrado que invertir en personas con dependencia no es una carga económica, sino un alivio para el futuro de nuestra sociedad. Y cuando hablo de invertir no me estoy refiriendo sólo al dinero. Ese esfuerzo no lo pueden hacer sólo las personas afectadas, tiene que ser un trabajo colectivo. Por eso celebramos la Declaración, firmada conjuntamente por PSOE, ERC e Izquierda Unida, en la que se menciona que "la ley garantiza el derecho subjetivo a la promoción de la autonomía personal y atención a las personas en situación de dependencia, con carácter universal y exigible administrativa y jurisdiccionalmente".

Somos conscientes de las dificultades que acarrean llevar las palabras a los hechos, sobre todo cuando los hechos van condicionados por las realidades de un modelo de convivencia más ligado a valores de competitividad y egoísmo cívico que de solidaridad y equidad. También sabemos que la sociedad tiene muchas deficiencias, y que tal vez no se puedan cubrir todas a la vez. Es una cantinela demasiado conocida, tanto como esa otra que dice que, al final, las prioridades de quienes manejan el dinero y los recursos siempre son las mismas. Porque las prioridades nunca se cuestionan: ahí está el problema.

En Dos Hermanas, la prioridad es el urbanismo, el crecimiento de la población a marchas forzadas, el atracón de supermercados, hacer que la vida gire en torno al epicentro del hipódromo. El resto también es importante, pero sólo porque produce un gasto. Por eso se nos dice que para tener servicios hay que generar ingresos como sea, y se nos advierte lo de siempre: hay que controlar el coste social. Pero la balanza nunca se compensa, y de eso se derivan las dificultades para acceder a lo más básico, a lo que nos hace verdaderamente libres e iguales.

- Publicidad -

Yo no soy padre de un niño o niña con síndrome de Down. No tengo que pensar en su futuro cuando yo no esté, ni preocuparme más de su jubilación que de la mía, ni levantarme cada mañana de cada día de mi vida y la suya pensando en ello, ni darle vueltas a los problemas cotidianos que genera su crecimiento, su desarrollo como persona. Hace unos días, un responsable de una asociación de discapacidad, tras enseñarme las instalaciones donde tantas horas de esfuerzo lleva derramando sin descanso, me pidió que hiciese sugerencias y críticas positivas a su labor. En ese momento pensé en lo ínfimo que somos, en qué derecho me asistía para hacer la más mínima observación a quienes caminan permanente al filo de esa frontera que jerarquiza a las personas según sus capacidades, a quienes tienen asumido que las necesidades no esperan, no duermen, no tienen vacaciones ni dan respiro. En qué podría hacer yo para cambiar las prioridades de la "clase política", en qué medida tendría que luchar para que quienes entren primero en los despachos municipales no fuesen las constructoras y promotoras inmobiliarias, sino las inquietudes de las asociaciones ciudadanas, en cómo conseguir que las personas que se dediquen a la política luchen por ocupar el sillón de servicios sociales, sanidad, educación, cultura, en vez de matarse por agarrar la cartera de urbanismo.

Y no estoy haciendo demagogia, ni me voy por las nubes. Basta hacer unas preguntas elementales y de pie en tierra: ¿Por qué las personas que van en silla de ruedas no cogen el tren para ir a Sevilla, ya que es imposible cruzar la vía de la estación de RENFE de Dos Hermanas? ¿Realmente alguien es capaz de creerse que el ayuntamiento no puede hacer nada para solucionar este problema? ¿Por qué, si el 10 % de la población tiene algún tipo de discapacidad, no se reserva el porcentaje necesario de plazas en las convocatorias para la función pública de nuestro ayuntamiento? Tan sencillo como eso.

Quienes gobiernan no deberían conformarse con hacer como ese padre que sólo se ocupa de su hijo cuando éste le llega con malas notas del colegio, diciendo "no sé por qué suspende, si me gasto un dineral en su educación". Porque sí, sé que se inyecta dinero, pero con eso no basta, nunca basta: hay que creérselo. Y creérselo, por parte de las instituciones, no debería ser un problema, sino el origen de la solución. Creérselo, en suma, es asumir como propias las dificultades ajenas y dar la vuelta a los conceptos de aquella pintada de mayo del 68: seamos idealistas, exijamos lo posible. 

Manuel Lay es el portavoz-coordinador local de Izquierda Unida.

- Publicidad -

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí
Captcha verification failed!
La puntuación de usuario de captcha falló. ¡por favor contáctenos!