Realidad nacional

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Si nación significa que muchos han nacido en un lugar determinado, sin duda Andalucía y cualquier lugar definido por fronteras naturales o artificiales, podrá ser una nación. Pero si además se quiere dar a entender que todos los individuos del territorio tienen una finalidad común y trabajan por la mutua prosperidad y bienestar, con un proyecto compartido y en beneficio de todos, entonces el ser nacional andaluz es más dudoso, pues en la historia de esta tierra hay demasiadas desigualdades. Más bien parece que se trata de un área dominada por el ejercicio capitalista del dinero desde hace siglos. 

Permanecen los andaluces poderosos, los políticos y los funcionarios a su servicio; los comerciantes, los artesanos, un sin fin de clase obrera, en otro tiempo especialmente campesinos y, por fin, los marginados de siempre en más o menos cantidad, si es que no se les quiere considerar como tales al bajo proletariado. En el último medio siglo se ha dado una transustanciación de estamentos y la novedad es una extensa clase media más homogénea que puede representar un cuarenta por cien de la actual sociedad en su conjunto y que en su mayoría dependen de los nuevos señores, es decir, las grandes empresas y multinacionales.

Una mezcla tan heterogénea nunca formó una entidad nacional en el sentido propio, sino áreas de personas bien diferenciadas en clases. El objetivo de los más afortunados fue siempre la defensa a ultranza de la propiedad privada, actitud edulcorada con prestaciones a la Iglesia y devociones particulares hacia los pobres. Proclamas patrióticas eventuales según las necesidades de los dueños de la patria. El objetivo de los menos afortunados o marginados fue la revolución imposible. No hay pues más nación en nuestro caso que  aquella que se refiere a la lucha dialéctica interminable donde siempre ganan los mismos.

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En Andalucía no aparece como algo suficientemente perceptible, si quitamos ciertas áreas más politizadas, una esperanza con un proyecto común de progreso con los menos favorecidos, con los marginados, una mentalidad social que garantizara a todos los andaluces una mejor justicia distributiva, que priorizara las necesidades objetivas de bienestar y de trabajo. Hemos venido a parar a una sociedad de consumo a la americana, en la que los dueños del capital y los medios de producción luchan por más y más dinero según les indica y aconseja el sistema. En eso se ejercitan  con gran lujo de medios. Pero sólo la conciencia de cada uno actuando en programas de mínimos de obediencia y en libertades y justicias, es decir de experiencias libres y justas, será capaz de crear una sociedad honorable. 

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