INLAND EMPIRE
Resulta difícil, verdaderamente difícil hablar de una película como Inland Empire. ¿Por dónde empezar?, ¿de qué hablar sin desvelar más de lo estrictamente necesario?, ¿cómo esbozar siquiera los mil matices, los numerosos caminos planteados aquí por el genio pensante y alienígena de David Lynch?
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Estados Unidos-Francia-Polonia, 2006.
Título original: Inland Empire.
Escrita y dirigida por: David Lynch.
Producción: David Lynch y Mary Sweeney.
Fotografía: Odd-Geir Sæther.
Música: David Lynch.
Montaje: David Lynch.
Duración: 179 minutos.
Intérpretes: Laura Dern (Nikki Grace/Susan Blue), Jeremy Irons (Kingsley Stewart), Justin Theroux (Devon Berk/Billy Side), Harry Dean Stanton (Freddie Howard), Grace Zabriskie (Visitante), Julia Ormond (Doris Side), Ian Abercrombie (Henry), Bellina Longan (Linda), Wiliam H. Macy (Presentador en off), Jordan Ladd (Terri), Kristen Kerr (Lori), Kat Turner (Dori), Terryn Westbrook (Chelsi), Jamie Eifert (Sandi), Heidi Scooler (Lilli), Michelle Renea (Kari), Laura Harring (Jane), Nasstasja Kinski, Naomi Watts.
Los caminos ya abiertos en la indagación de la mente, los recovecos de una realidad oscura que se rige por el lenguaje de los sueños, de sus anteriores trabajos, Carretera perdida y Mulholland Drive, llegan a su culmen con esta cinta, la película definitiva, y no me refiero sólo al cine de Lynch.
Nikki Grace (portentosa Laura Dern, que regresa al cine de Lynch tras años sin trabajar con él) es la actriz seleccionada para protagonizar el nuevo filme del director Kingsley Stewart, un remake de una película que jamás llegó a existir (ya que al poco de empezar el rodaje sus protagonistas fueron asesinados) basada en una leyenda gitana polaca sobre celos y maridos enloquecidos por las infidelidades de sus esposas. Pero la alegría de Nikki pronto se desvanecerá, cuando su mundo empiece a confundirse con el del personaje que va a interpretar, y caiga en una oscura pesadilla de mundos paralelos, distintas realidades y tiempos que se amontonan formando una cárcel mental de la que es difícil escapar.
El personaje principal parece ser una especie de Alicia, perdida en un país de pesadillas, que va dando tumbos cruzando puertas y atravesando espejos, que conducen a diferentes lugares, a diferentes momentos y planos de la realidad, con la esperanza de que una de ellas le lleve de vuelta, tarea que se presenta poco menos que imposible.
Lynch, que ha creado Inland Empire con la tecnología del vídeo digital (del que dice que ya no lo va a abandonar), y ello no le ha impedido crear las atmósferas oprimentes propias de sus filmes, ni por supuesto la complejidad temática de los mismos. En esta ocasión estamos ante una película sobre películas malditas, maldiciones gitanas, adulterios, conejos parlantes, realidades paralelas, y sobre todo, sobre el poder fagocitario del cine.
Inland Empire es también una cinta autorreferencial (y a mucha honra), donde el autor vuelve a sus temas fetiche, a lugares, situaciones y personajes comunes en su filmografía, desde Cabeza borradora a Mulholland Drive, pasando por Carretera perdida, Twin Peaks o incluso, más de pasada, Dune. Pero la autocita más evidente es la de su serie Rabbits, creada para su web, de la que se incluyen algunos fragmentos, con la voz en off añadida de Naomi Watts.
David Lynch puede ser catalogado de críptico, de poseer un lenguaje hermético, pero nunca podrá decirse de él que es arbitrario. Todo, por extraño que pueda parecer, está ahí por un motivo concreto, y todo está en su justo lugar, donde debe estar. Quizás el común de los mortales jamás alcancemos la capacidad de comprender en toda su extensión esta complejísima cinta, pero su significado está ahí, oculto tras un caos sólo aparente, tras las tramas oníricas, interpretables, pues, únicamente, bajo la férrea y antilógica lógica del lenguaje de los sueños.