La feliz estancia de la escritora en nuestra ciudad
Llegó a escribir Cecilia Böhl de Faber sobre Dos-Hermanas: “para hacer de este pueblo, que tiene la fama de ser muy feo, un lugar pintoresco y vistoso, sería preciso tener una imaginación que mintiese y crease, y la persona que aquí lo describe, solo pinta. […] Es allí todo rústico, tosco y sin elegancia”. Y, sin embargo, en esta “fea” villa que no llegaba siquiera a los tres mil habitantes Fernán Caballero vivió la etapa más feliz y fructífera (desde el punto de vista literario) de su vida junto a su segundo marido, don Francisco Ruiz del Arco y Ponce de León, marqués de Arco Hermoso. Los marqueses pasaron largas temporadas en Dos-Hermanas entre 1823 y 1835 (fecha de la muerte de don Francisco), pero, realmente, ¿en qué fincas nazarenas residieron? y ¿en cuáles no?
La Torre del Olivar y hacienda de los Dolores
En el lado de la torre que da a la calle Real de Utrera podemos apreciar una placa de bronce con el retrato de la célebre escritora, colocada en 1996 al cumplirse el bicentenario de su nacimiento. Lleva una inscripción que dice así: “A CECILIA BÖHL DE FABER / ‘FERNÁN CABALLERO’ / QUE AQUÍ VIVIÓ, FUE FELIZ, RESCATÓ / NUESTRA HISTORIA Y TRADICIONES / Y LAS LEGÓ A LA POSTERIDAD. / DOS HERMANAS AGRADECIDA, / 1796-DICIEMBRE-1996”. Esta placa se encuentra en este lugar debido a un involuntario error, ya que se confundió a esta antigua hacienda (que llegó a ser en la década de 1990 el albergue municipal) con la de la Mina Chica, situada a pocos metros de allí, como hemos visto. En los años en que residió Fernán Caballero en Dos-Hermanas, esta hacienda era llamada de los Dolores y dependía de la hacienda de Montefrío, situada justo enfrente. Dado que hay autores que incluso han imaginado a la escritora contemplando los campos nazarenos desde la Torre del Olivar, sería bueno aclarar que cuando doña Cecilia vivió en nuestra ciudad ni siquiera existía tal torre, construida ya bien entrado el siglo XX.
Las haciendas de Zafra y La Palma
Cuando en octubre de 1823 Fernando VII es restituido como monarca absoluto, se desató en España y en Sevilla en particular una especial persecución contra todos aquellos que habían apoyado al régimen constitucional durante el trienio de 1820-1823. Uno de esos destacados defensores constitucionales fue, precisamente, el marqués de Arco Hermoso, marido de Fernán Caballero, por lo que ambos decidieron abandonar Sevilla y refugiarse en la hacienda de la Palma, predio propiedad particular del marqués, situada a más de diez kilómetros de Alcalá de Guadaíra en dirección a Utrera. Allí, apartado del “mundanal ruido” encontró el matrimonio de los Arco Hermoso un lugar seguro, lejos de las hordas realistas. Muy poco después abandonaron la Palma para establecerse en la hacienda de San José de Buenavista, llamada popularmente ‘de Zafra’, perteneciente al mayorazgo del marquesado y mucho más cómoda que la primera. Son numerosos los autores que sitúan ambas haciendas en el término municipal nazareno, de ahí que hagamos referencia a las dos, pero, en realidad, se encuentran en el término de la vecina Alcalá, si bien la hacienda de Zafra está muy cerca de nuestro municipio. Durante su estancia en ‘Zafra’ comenzó Fernán Caballero a conocer las ‘historias’ de Dos-Hermanas, entre ellas la que dio origen a su famosa La Familia de Alvareda.
La Hacienda de la Mina Chica
Esta fue, realmente, la residencia «oficial» de los marqueses de Arco Hermoso en Dos-Hermanas. En aquellos años era propiedad de doña María Dolores de la Cueva y de la Rosa, titular del marquesado de la Mina tras la muerte de don José María de la Cueva y Velasco, marqués de la Mina y duque de Alburquerque, fallecido en Londres sin descendencia legítima en 1811. Ella era su hija natural (y reconocida) y estaba casada con don Ventura Ruiz Huidobro, rico escribano del cabildo de Sevilla con varias propiedades en nuestro término. Parece ser que ambos eran parientes de don Francisco Ruiz del Arco, lo que facilitó el establecimiento de los marqueses en este inmueble. Fernán Caballero escribiría esto de aquella hacienda: “Era tan profundamente tranquilo aquel rincón que, ¿lo creerá usted? hasta con la muerte se vivía allí familiarizado. […] La hacienda en que habitábamos sólo estaba separada del cementerio por un pequeño corralón en que pacían unas ovejas; pues creed que ningún horror me inspiraba la cercanía de aquel lugar de descanso de los campesinos. Cuando veía abrir alguna zanja por los parientes de una persona difunta, puesto que allí no hay enterrados asalariados, lejos de ver en ellos hombres lúgubres cavando una negra y pavorosa sepultura para un muerto, sólo me parecían hermanos de la caridad preparando un lecho para un dormido”. Aquí, Fernán Caballero pasaba el tiempo, entre otras cosas, organizando reuniones con los ilustres vecinos de la localidad (como el párroco don Alonso Joaquín de Rivas o el sochantre Francisco de Paula Vigil), en las que se hablaba sobre las costumbres y tradiciones de Dos-Hermanas. Andado el tiempo, la finca pasaría a manos de los duques de Fernán Núñez (que fueron también marqueses de la Mina) hasta que en 1894 fue comprada por Juan Manuel Gómez Claro y transformada en almacén de aceitunas. En su solar se levantan hoy en día los pisos de ‘El Llano’.
La huerta de Curado
Hubo alguien en su momento que llegó a afirmar que Fernán Caballero vivió en la huerta denominada de ‘Curado’ (llamada así por uno de sus primeros capataces, Cristóbal Curado, natural de Las Cabezas de San Juan) porque fue propiedad del marquesado de Arco Hermoso. Pero esto no fue así. Si bien a principios del siglo XX la huerta pertenecía a don Ignacio Romero y Ruiz del Arco, marqués de Arco Hermoso, en los años en que vivió la escritora en Dos-Hermanas la finca era propiedad de doña María de Luna y Hontañón, que no guardaba ningún tipo de vínculo familiar con aquel título nobiliario. Y, por otra parte, no existe ninguna prueba documental que demuestre la permanencia de Böhl de Faber en este lugar. En cualquier caso, destacaba de la huerta el caserío, construido probablemente en los últimos años del siglo XIX y cuyo torreón tenía una clara inspiración mudéjar, muy del gusto de aquella época. Todo el caserío fue derribado, por desgracia, en 1980 para edificar en su solar la barriada de los Montecillos.