Su vida transcurrió entre la hermandad y su tienda, popular como pocas en Dos Hermanas
Sólo personas con un carisma muy especial pueden conseguir que una calle, una esquina y hasta una hermandad sean conocidas por su nombre. La calle Aníbal González es ‘la de Alvarito’, la esquina con Santa María Magdalena es ‘la de Alvarito’ y la Hermandad de Oración en el Huerto, a la que entregó su tiempo y su esfuerzo, es para todos los nazarenos ‘la hermandad de Alvarito’.
Su muerte (el pasado día 7 de Abril, a los 84 años) ha inundado de tristeza al mundo cofrade. El Cabildo de Oficiales de Oración en el Huerto, donde era considerado un patriarca, se ha reunido de manera extraordinaria y ha decretado tres días de luto.
Casa, tienda y hermandad
Cuentan que los comerciantes de Santa María Magdalena asumían que la Semana Santa estaba cerca cuando Alvarito subía y bajaba la calle, de la iglesia a la tienda o viceversa, con su ‘babi’. Aunque le gustaban los toros (era de Curro Romero y de Paco Camino), su vida giró en torno a tres ejes: su casa, su tienda y su hermandad, de quien fue mayordomo prácticamente toda su vida y hermano mayor entre 1976 y 1978. Para él, la Semana Santa de cada año empezaba cuando la Virgen de los Dolores hacía su entrada cada Miércoles Santo.
Si mamó Oración desde la infancia, influido por su tío político Joaquín Varo, qué decir de la tienda, instalada ya en 1917 por su madre en la calle Segismundo Moret, después Lope de Vega. Aunque en su origen vendía básicamente comestibles, en 1928 (cuando pasó a su ubicación actual) comenzó a diversificar la oferta, y en 1959 (cuando la hereda tras el fallecimiento de su padre) la tienda de ‘Alvarito’ no sólo vendía pimiento ‘molío’ o café a granel; era ya un lugar donde se podía encontrar casi de todo: mercería, paquetería, perfumería, zapatería y hasta juguetería. Cuentan que había alguna mujer de escasos recursos y larga prole que, confiando en la bondad de ‘Alvarito’, llegaba la noche de Reyes a las 12 de la noche, cuando ya se habían llevado los juguetes “apartados”, y conseguía que le regalara los que habían sobrado o desechado las demás madres.
Chistoso, conciliador, introvertido para los sentimientos, pero sobre todo, buena persona. Así le definen los que conocían a ‘Alvarito’, que a partir de ahora verá a su hermandad, cada Miércoles Santo, desde un lugar mucho más alto que a pie de su paso de Cristo, como siempre hizo. Descanse en paz.
Su mujer, camarera
En 1941, con 34 años, Alvaro Pareja se casa con María Olmedo Campos, sevillana del barrio de la Macarena que llegó a Dos Hermanas al ser su padre contratado como encargado en la ‘fábrica de la luz’. En la foto superior observamos a Alvaro (ya jubilado) y María, que siempre vistió a la Virgen de los Dolores y fue nombrada su camarera oficial en 1972. Los domingos, ambos tenían por costumbre ir a misa y visitar a la familia. Tuvieron tres hijos, de los que sólo sobrevivieron dos: Alvaro (nacido en 1943) y José María (1951), que en 1989 dividieron la tienda original en dos locales distintos.
Concepción Rivas, su madre, una mujer emprendedora
Arriba a la izquierda, fotografía de Alvaro Pareja López y Concepción Rivas Muñoz, padres de ‘Alvarito’. Él era de profesión tonelero, natural de Medina Sidonia (Cádiz). Conocido en Dos Hermanas por ‘Alvarito’, su sobrenombre fue heredado por su hijo. Ella, nazarena, era una mujer emprendedora y excepcional. En la Dos Hermanas de 1917 demuestra su talento para el comercio instalando una tienda que hoy siguen regentando sus nietos. Dicen que tenía una gran memoria y que sus capacidades de cálculo eran impresionantes. Tuvieron tres hijos: Concepción, Álvaro y Josefa. En la foto de la derecha, los suegros de ‘Alvarito’: José Olmedo Muñoz y María Campos Caro.
Luto en la hermandad
Arriba, la Virgen de los Dolores, titular de Oración en el Huerto, con sus ropajes de luto por la muerte de ‘Alvarito’. A la izquierda, fotografía de 1977 en la que le vemos de pie, caminando delante del paso de Cristo. Para él, el día más importante del año no era el de la procesión, sino el de la Función Principal. Siempre fue una referencia para el mundo cofrade en Dos Hermanas, también para aquellos jóvenes que en los años 60 daban los primeros pasos con la hermandad de La Estrella. Con un gran sentido de la historia, le gustaba escribir (con su máquina Hispano-Olivetti y también a mano), reseñando todo lo que consideraba de interés para la historia de su hermandad.