‘J’, que no te has despedido. ¿Será que no te has ido?

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policíaAquel joven recién llegado, hace ahora casi treinta años, no era para nada alguien corriente, sino más bien resultaba peculiar, poseía un cierto aire innovador. Con su imagen de “chico moderno” -con pendiente incluido-, sus ideas revolucionarias, un tanto utópicas y con su espíritu pleno de tintes bohemios, dio lugar a un cierto período de escepticismo entre muchos de sus compañeros, especialmente en aquellos, los poseedores de un carácter más… conservador, dicho sin ánimo peyorativo y, sobre todo, en los más veteranos, por diferencia de edad.
Pero mira por dónde, “El Zarci” -apelativo cariñoso, pero por sí solo, banal-, a la vez que iba desgranando su pasado, de contenido entre aventurero y -solo aparentemente- despreocupado, -con surrealistas historias manteras en la Alameda de su Sevilla natal, incluidas-, nos fue sacando a relucir sus mejores cualidades humanas, un carácter muy definido, un ir por derecho, un tener las ideas claras y, sobre todo, un ser muy buena gente. Con unos valores personales sencillos, muy humanos, nada retorcidos, “El Zarci” se ganó el respeto de todos, incluido el de la “vieja guardia. Y fue entonces, cuando “El Zarci” fue “JJ”. Con criterio, con ideales fijos, aquellos que defendió incluso con vehemencia, en ocasiones reivindicativas, con el corazón por delante, pero sin perder la cabeza nunca.
“JJ” fue compañero de sus compañeros. Cumplidor en su trabajo diario. Práctico. Excelente servidor público, profesional responsable y cauto, sabiendo estar en su sitio, pero al tiempo, sin estridencias, sin llamar la atención, esquivo con los “flashes” y los “fuegos de artificio”. Sin ambiciones “galácticas”, prefirió siempre mantenerse en la base profesional, en donde se sintió a gusto, donde poder tener más cerca al Compañero, con mayúscula. Ejerció su labor aunando profesionalidad y vocación -algo fundamental-, factores que adquirió rápidamente y que maduró en el tiempo, con sencillez y humildad. Valores que, a buen seguro, disfrutaría con satisfacción en orgullosa intimidad tras finalizar su servicio, tanto si éste hubiese resultado de lo más cotidiano como si hubiese tenido connotaciones especialmente meritorias, por las que mereció un justísimo reconocimiento público.
“JJ” fue alguien en quien poder confiar. Discreto y sin “puñales”. Y como si de un sencillo ejercicio mental se tratase, la “Doble J” resultó fácilmente reducida a una “Simple J”. Que no hace falta decir más para nombrar al compañero amigo; que economizando la llamada se ahorra tiempo en recibir la esperada respuesta amiga. Y esa respuesta fue la de un amigo de verdad. Generoso, a pesar de sus limitaciones, él, que supo de dificultades, de reveses -los que la vida da a veces sin merecerlos-, que padeció necesidades y ciertos sufrimientos, no dudó, a la hora de ayudar a quien estuviese aún más necesitado que él.
“JJ” no escurrió el bulto a la hora de crear buena sintonía social entre sus compañeros. Ahí estuvo tantas veces para organizar reuniones y comidas, excusa idónea para pasar un buen rato juntos. Fomentó la convivencia entre el colectivo, colaborando y formando parte de los equipos de fútbol sala, aunque él personalmente se conformara con “hacer la cafetera”, mediante una buena ración de soplidos, cada vez que corría la banda. Lo importante para “JJ” era estar allí, con sus amigos.
Ahora, pasado el tiempo, aquel respeto y admiración ganados a pulso por “JJ” se hace extensivo a los jóvenes nuevos compañeros. Qué mejor ejemplo a seguir, tanto para éstos como para sus hijos.
Estas emocionadas líneas no las escribe una sola mano, sino que son muchas, más de cien, una encima de la otra, las que de esta forma quieren expresar públicamente un más que merecido homenaje póstumo a nuestro querido “J”.  A ese “J” a quien se le ha roto el corazón, a lo mejor de tanto usarlo.
¡“J”, que no te has despedido! ¿Será que no te has ido? Debe ser eso, que no te has ido. Claro que no. ¿Es que acaso podría irse uno de los Nuestros? Imposible. Por eso no te decimos que descanses; perdona si somos egoístas, pero es que eso no nos lo podemos permitir. Mejor te diremos un: “Nos vemos “J”.
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