(Lucas 21,25-36) HERMOSO ES EL tiempo de las promesas. Promesas hechas de las vidas incipientes de los niños en los que ponemos nuestra esperanza. Promesas inmaduras y, sin embargo, sinceras de amor adolescente. Promesas de amigos que se conocen bien.
Promesas, las más ciertas, de cuidado y apoyo de los padres a sus hijos. La realidad viene con su ambigüedad y sus limitaciones, pero las promesas nos abren a la verdad y al bien que anhelamos. Hermoso es el tiempo de las promesas de Dios. En Quien no hay inmadurez, ni doblez; estando seguros de su cumplimiento.
Quien vive en la promesa, vive en sus propias fuerzas, desde su propia decisión, con la generosidad propia de quien nada tiene. Pero atraído e impulsado por un amor que colma y dinamiza; que excita el deseo cuando lo va colmando.
Es tiempo de sacudirse el conformismo con el que vivimos nuestro pecado y nuestras limitaciones. Es tiempo de olvidarnos de nuestros lastres y acoger lo que Dios ha soñado para nosotros desde siempre. Adviento es despertar para soñar con el realismo y la lucidez del creyente, del que sabe que todo dependerá de su amor. Adviento es el tiempo de las promesas acogidas en esperanza. Adviento es tiempo, también, de hacer promesas, correspondiendo a la promesa de Dios. ¿Qué quieres prometer al Señor en este tiempo? ¿Qué vida quieres comprometer con él? No seas rácano, que ya sabes que Él da siempre el ciento por uno.