(Mc 6, 30-34)
¿Qué te mueve a compasión verdadera y auténticamente a ti? Nada; nada. Perdona que te lo diga con brusquedad de insulto. La compasión no es lástima, esa sensación incómoda que se diluye cambiando la telefisión de canal o pensando en el próximo capricho que voy a comprarme. La compasión no es la incomodidad rutinaria de dar una limosna al que te pide en la calle sabiendo que lo que das no le ayuda sino que lo mantienes en una situación de mendicidad, drogadicción y destrucción personal.
La compasión o es el alivio de descargar el ropero con ropas que ya no querías ponerte, ni entregar un kilo de comida que te sobra, ni llamar por el móvil a un número “solidario” sabiendo que simplemente lo vas a recargar antes.
Reconoce sin pudor, por lo menos delante de tu propia conciencia que el sentimiento que te produce un mendigo es el de asco, y un toxicómano es el de miedo, y un muchacho que no acaba sus estudios es de condena o indiferencia. Reconoce que te importan poco los dramas de los niños cuyos padres han sido encarcelados. Reconoce que te dan pena los inmigrantes, pero que no los quieres cerca de tu casa. Reconoce que sólo te conmueves cuando la enfermedad o la muerte muerden a alguien cercano a tu vida, pero eso es simple miedo de que a ti te puede tocar un día. Reconoce que sólo te conmueves al ritmo que los medios de comunicación te marcan y que cuando deciden que hay que dejar de tener pena, tú dejas de tenerla como si te hubieran implantado un resorte mecánico.
Tener compasion es padecer con el que sufre; comprometer la vida con aquel que padece para aliviar sus sufrimientos o por lo menos acompañarlo en medio del dolor. Tener compasión es saber el rostro y el nombre de la persona necesitda. Tener compasion es vivir de una fuente de solidaridqad que te impulsa a acercarte a los más débiles. Tener compasión es embarcar la vida entera en cambiar una sociedad que provoca marginación e injusticias. Tener compasión es dejar los propios planes para atender a quien está como oveja sin pastor.
Acércate a la fuente de la compasión, a Jesucristo, y bebe el agua fresca de su vida, así aprenderás a tener compasión del que sufre.