(Lucas 6, 20-26) ALGUNAS VECES vivimos un cristianismo “de rebajas”, en el que todo cabe. La misericordia de Dios parece que nos sirve de excusa para conformarnos con nuestros pecados y con nuestras cobardías. Pero el Señor en muchas ocasiones señaló comportamientos y actitudes que alejan del Reino de Dios e impiden su seguimiento.
Una de esas actitudes es poner el corazón en las riquezas. No se puede servir a Dios y al dinero, dice el Señor. ¡Ay de vosotros los ricos porque ya tenéis vuestro consuelo! ¡Ay de vosotros que estáis satisfechos porque tendréis hambre!, clama en el evangelio del próximo domingo. Todo lo que divide a las personas y nos hace romper la fraternidad está en contra de su Evangelio. Para san Pablo el afán por las riquezas es una idolatría, vacía el corazón de una herrumbre que nos condena.
Cristo nos enseña a dar gracias a Dios por todos los bienes que ha creado para nosotros y podemos compartir unos con otros. Hay empresarios que crean riquezas para que muchos las puedan disfrutar y se complacen en crear puestos de trabajo y bienes y servicios para todos. Estos no están lejos del Reino de Dios. Pero el que especula con las necesidades de los pobres para acumular dinero, no crea que quedará impune.