Uno de los templos más antiguos de Dos-Hermanas es la capilla o ermita de Señor San Sebastián, construida, como ya hemos tenido ocasión de escribir, en los años centrales del siglo XVI. Y en sus más de cuatro siglos de existencia ha sufrido varias reconstrucciones, siendo la primera de la que se tiene constancia la llevada a cabo en la década de 1620.
Por el codicilo de Juan de Torres, fechado en febrero de 1602, sabemos que la hermandad de la Santa Vera-Cruz se encontraba establecida nuevamente en la “capilla de Señora Santa Ana desta villa”, donde había sido fundada en 1544, y años después en la parroquia de Santa María Magdalena. De ese hecho deducimos, asimismo, que la ermita de San Sebastián presentaba un estado ruinoso.
La economía de la cofradía en esos primeros años del XVII no permitía su reconstrucción. Sin embargo, para 1622 la situación había cambiado. Entonces, la hermandad había conseguido sanear sus cuentas, y en cabildo de 26 de junio de aquel año los oficiales de la cofradía decidieron vender el solar que María Ibáñez había donado en 1567 (junto a un guadamecil y un “crucifijo grande”), y costear por sí misma la memoria de misas que fundó la susodicha. Con lo recaudado de la venta del solar se pudo, al fin, reconstruir la ermita de San Sebastián.
De esa reconstrucción sólo sabemos que comenzó en 1622 y que terminaría tres años más tarde. Y poco más. Pero entre los protocolos históricos notariales de Dos-Hermanas (fuente inagotable de información de lo más valiosa) hemos podido localizar una curiosa carta de obligación, otorgada el 10 de marzo de 1624 ante Juan de Poza, escribano público y del cabildo de la villa. Mediante esta escritura pública, Francisco de Poza, maestro carpintero vecino de la villa (y miembro de una de las familias más poderosas de Dos-Hermanas), se obligó a “enmaderar la hermita de San Sebastián, que está enrazada de tapería”, a lo que añade, “y la e de enmaderar de madera de pino de la tierra de la misma manera y forma que está enmaderada la hermita de Señora Santa Ana en esta dicha billa”. Es decir, Poza se obliga a realizar el artesonado de la ermita de San Sebastián, que se encuentra en reconstrucción, tomando como modelo el artesonado de reminiscencias mudéjares de la cercana ermita de la Patrona, y para ello utilizaría madera procedente de los pinares que rodeaban al municipio (de ahí la expresión “pino de la tierra”), y que sería adquirida por él, por lo que la cofradía de la Santa Vera-Cruz (que según se indica en el documento, “está çita en la yglesia perroquial desta billa”) se desentendería de la compra de la madera. El precio de la obra quedó fijado por ambas partes en 120 ducados, que serían pagados en reales de esta manera: 455 reales “luego de contado para comprar la dicha madera”, y el resto “conforme se fuere haziendo la dicha obra, que acabada la dicha obra se me acabe de pagar lo que así se me debiere”.
Y en el mismo documento, Juan Ximénez y Sebastián Rodríguez, alcaldes de la cofradía, y Fabián Romero y Francisco Ligero, mayordomos de la misma, se obligaron a pagarle a Poza los mencionados 120 ducados.
El resultado fue el artesonado que hoy en día podemos admirar, compuesto por seis sencillos tirantes y numerosos nudillos, con una decoración muy sencilla. Aunque bien es cierto que ha sufrido diversos cambios en los siglos XVIII y XX.
Tras esta primera reconstrucción, la cofradía de la Santa Vera-Cruz volvió a su histórica capilla de Señor San Sebastián, si bien seguiría trasladando a sus imágenes titulares a la parroquia de Santa María Magdalena para celebrar allí sus cultos más solemnes y sus procesiones, lo que produciría ciertos enfrentamientos con el clero parroquial. Pero esa es ya otra Historia…
Foto del mes
Traemos en esta ocasión una fotografía de un edificio que, sin encontrarse en Dos-Hermanas, se encuentra muy vinculado a nuestra ciudad. Se trata de la fachada principal de las casas principales de los Marqueses de Dos-Hermanas, dueños de la jurisdicción de la villa del mismo nombre desde que en 1639 la comprara el capitán Pedro de Pedrosa, y hasta que en 1812 quedaron abolidas las jurisdicciones señoriales. Las casas principales fueron adquiridas a principios de la década de 1620 por el citado Pedro de Pedrosa, destacando su artística portada, atribuida a Juan de Oviedo.