Los baños de mar

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los baños del mar
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Hoy en día es algo normal pasar un día o una temporada en la playa, disfrutando de los baños de mar y de los paseos por la orilla. Sin embargo, no siempre fue así. La costumbre de ir a la playa y disfrutar de los beneficios del agua salada y de los aires de la costa se remonta al siglo XIX. Y fue, precisamente, una reina la que puso de moda esa costumbre. Así es, en 1845, Isabel II se trasladó con su Corte a San Sebastián para poder tomar baños de mar y así tratar sus problemas de la piel. Aquel traslado se produjo por prescripción médica, ya que los médicos de la época veían en la talasoterapia la solución eficaz a numerosas enfermedades de la piel. A partir de entonces, la nobleza y burguesía comenzaron a seguir los pasos de la soberana y, en poco tiempo, las playas se convirtieron en destino predilecto de aquellos grupos sociales. Pero debemos tener en cuenta que esas primeras visitas a la costa tenían no un fin turístico, como ahora, sino un fin medicinal: se realizaban los baños de mar para mejorar la salud, no por el mero hecho de disfrutar del mar. Tampoco se tomaba el sol, pues no estaba extendida aún la idea de los beneficios de los rayos solares.

En cualquier caso, la costumbre de ir a tomar baños de mar en Dos-Hermanas debió de llegar a finales del siglo XIX, aunque las primeras noticias que tenemos no van más allá del primer año de la siguiente centuria. Así es, en la sesión celebrada por los capitulares nazarenos el 31 de julio de 1901, se dio cuenta de la solicitud del oficial segundo de la secretaría, Juan Bautista Cabello y Sánchez de Puerta, en la que suplicaba se le concediese un mes de licencia para tomar baños sulfurosos que le habían prescrito los facultativos de la villa. Ante tal solicitud, los capitulares Se accedieron. De este modo, Cabello es el primer nazareno del que se tiene constancia que fue a la playa a tomar aquellos baños. La licencia que se le concedió, por cierto, comenzó el primer día de agosto de aquel año.

También concejales como González Ybarra, Francisco Valera García y Jesús de Grimarest (los tres en 1902) o alcaldes como Juan Antonio Carazo (en 1919) solicitaron licencias para ausentarse un tiempo (un mes o cuarenta y cinco días) para ir a la costa a tomar esos baños, y siempre siguiendo una prescripción médica.

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De todas formas, los capitulares y empleados del consistorio no eran los únicos que iban a los pueblos de la costa (generalmente de Cádiz, aprovechando que el tren de la línea Sevilla-Cádiz pasaba por nuestra localidad). También muchos vecinos de la localidad lo hacían, pudientes y menos pudientes. Éstos últimos solicitaban al consistorio una ayuda monetaria. Así, en la sesión de 23 de agosto de 1901, vemos que “en consideración a la pobreza y necesidad que tiene Patrocinio Tinoco Arahal de tomar las aguas sulfurosas de Chiclana que le prescribe el médico de la beneficencia don Manuel Calvo”, los capitulares acordaron pagarle quince pesetas para sufragar los gastos del viaje. Y en la sesión de 1º de agosto de 1902 se decidió contribuir con 190 pesetas al traslado de varios vecinos pobres para tomar baños de mar, según prescripción del médico local Federico Caro Lázaro. Asimismo, en la sesión de 14 de agosto de 1903 se acordó dar diez pesetas a cada uno de los dieciocho vecinos pobres que solicitaban ayuda para tomar los baños de mar.

Todavía en 1918 el consistorio nazareno seguía ayudando a los pobres de la localidad que necesitaban tomar baños en el mar por prescripción médica. Y durante la década de los “Locos años 20” se hizo cada vez más popular aquella costumbre, abandonándose poco a poco la idea de bañarse en el mar por razones médicas, y tomando más fuerza las razones de ocio.

Foto del mes
Traemos a esta sección mensual esta fotografía que muestra el aspecto de la fachada que daba a la calle Real de Utrera, de la primitiva fábrica de la luz (construida en 1903 sobre unos antiguos olivares de don Jesús de Grimarest, por su primer propietario, Ramón Charlo Denoyeur). La instantánea está fechada el 2 de agosto de 1949, cuando ya pertenecía a la Compañía Sevillana de Electricidad.

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