LA FE en Jesucristo es lo más humano que podemos vivir. Hay quienes se empeñan en oponer lo humano a lo divino, la libertad de la persona y la confianza en Dios, la razón y la fe. No se dan cuenta de que para que todo esto se oponga de verdad hay que, o bien manipular lo religioso o reducir a la persona a una caricatura de lo que es.
Sin la compasión con el que sufre, que nos propone el mensaje y la vida de Jesús, ¿qué quedaría de nuestra humanidad de personas? Si todo en nosotros fuera cálculo de intereses egoístas, ¿en qué nos habríamos convertido?, personas, habríamos dejado de serlo.
Los que más anhelan y desean que sus padres se quieran para siempre son los hijos, que saben que solo en el respeto y el cariño de sus padres ellos podrán ser felices. Ellos no entienden eso de que “se acabó el amor” como argumento último de su divorcio.
Podemos asumir la propia muerte como final absoluto de la vida. La propia, porque la muerte de quien amamos, la desaparición completa de quién queremos verdaderamente siempre es un absurdo, la vivimos como imposible.
Estamos hechos a imagen de Dios y solo en Cristo podemos encontrar una vida reconciliada con lo que somos. Alguien se podrá empeñar en vivir de espaldas a Jesucristo, pero en el camino de la vida se lo encontrará muchas veces, curando sus heridas, cuidando de él.