Tan misteriosamente como apareció, se cierra, y sin lugar a dudas era lo que corroía por dentro a Gabrielle. No tenía una explicación lógica, un argumento plausible para que el sentido común se impusiera a tan descabellada imagen proyectada en su mente.
Cada vez que cerraba los ojos aparecía, impertérrita, clara, contundente, casi palpable…
A veces, tenía la sensación de percibir su aroma, una mezcla de azufre y canela que hacía que la situación se tornara aún más surrealista, y es que, para bien o para mal, y como decía aquel gran autor, los sueños, sueños son…