Después de un Viernes Santo que estuvo finalmente marcado por la inestabilidad atmosférica y la presencia de lluvias puntuales, la tarde del Sábado Santo estuvo marcada por la tranquilidad y normalidad en la jornada en la que Dos Hermanas se suma cada Semana Santa al entierro de Cristo.
A pesar del cansancio acumulado de tantos días de cofradías en la calle, el cortejo del Santo Entierro es uno de esos que no se pueden perder, de los que hay que disfrutar, por la cantidad de detalles con los que te encuentras a su paso, cada vez que procesiona por Dos Hermanas.
Seriedad y clasicismo son los valores que envuelve el caminar de esta cofradía, que este Sábado Santo estrenaba un motete para capilla musical, cuyas partituras fueron entregadas a la hermandad esa misma mañana de manos de su compositor Carlos Martín Martín.
Otra pieza que se suma a una cuidada selección musical, tanto en el paso de la urna como en el de palio y que son una auténtica delicia con la que se disfruta, a la par que sobrecoge.
Pero si hay que hablar de sones cofrades en una jornada fúnebre no se puede obviar la saeta que cada Sábado Santo el cantante nazareno Manuel Lombo le dedica a la Virgen de la Soledad. Ya es una tradición verlo subido en esta jornada al balcón de una familia de la hermandad, en la calle Manuel de Falla.
Asimismo, otro de los momentos emotivos que se vivieron otro Sábado Santo más fue durante el paso de la cofradía por la calle Canónigo, donde el músico Fulgencio Morón se encontraba con su familia.
Cuando el palio negro de cajón de la Virgen sola pasó por delante de Morón, la Banda de Tejera interpretó la marcha Santo Entierro nazareno, que él mismo compusiera para esta corporación.
Con Mors Domini y Soleá dame la mano, en su centenario, despidieron la Semana Santa nazarena cuando la Virgen de la Soledad entró en la Parroquia de Santa María Magdalena.