Nunca llueve a gusto de todos, nunca mejor dicho, pero seguro que los cofrades nazarenos recibieron las altas temperaturas del Domingo de Ramos como agua de mayo, teniendo en cuenta la inestabilidad meteorológica que ha venido protagonizando las Semanas Santas de la última década.
Con un sol de justicia y temperaturas que casi rozaban los 30 grados, se pusieron en la calle las dos cofradías de la jornada inaugural de esta Semana Mayor. Un calor que no frenó al público para salir y comenzar a disfrutar de las cofradías, aunque lo hicieran en menor medida al comienzo de la jornada. Ellos aguantando estoicamente con sus trajes de chaqueta y ellas ganándole la batalla a sus zapatos de tacón.
Antes de que el reloj de la parroquia mayor anunciara las cinco de la tarde, los blancos capirotes de La Borriquita tomaban Los Jardines. Cortejo lleno de ilusión y de futuro, el de los nazarenitos del antifaz levantado, como los definió el pregonero, Fernando Martos, que avisaban de la Sagrada Entrada de Jesús en Jerusalén. El misterio lució un original exorno floral blanco, a base de anthurium, claveles, flores de cera, alhelíes, astromelias y ruscus. Muy elegante, como el andar acompasado y pausado de este paso en su procesionar del Domingo de Ramos.
Tras sus pasos, la Virgen de la Estrella volvió a derrochar sevillanas maneras en su andar durante la tarde del Domingo de Ramos, también adornada y perfumada por flores blancas: claveles blancos, astromelias y alhelíes.
Cristo Cautivo
Casi al unísono, el Rocío y sus aledaños volvió a hacerse cofradía para acompañar un nuevo Domingo de Ramos a Jesús Cautivo por las calles de Dos Hermanas. Portentoso el caminar del Cristo de Antonio Illanes que en esta ocasión, como corporación trinitaria, lució en su restaurado llamador un lazo de oración con los cristianos perseguidos en el mundo.
Largo cortejo de capirotes morados y verdes que complicó, junto con el calor, el avanzar de esta cofradía que intentó ajustarse al máximo a sus horarios. Protagonizando uno de los momentos de la jornada, cuando, por primera vez, se presentaba ante la patrona de la ciudad, Santa Ana.