1874-1931. Los primeros pasos del Carnaval nazareno

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1874-1931. Los primeros pasos del Carnaval nazarenoEl Carnaval ha sido siempre una fiesta muy popular en Dos-Hermanas, aunque a lo largo de los últimos siglos ha conocido numerosos altibajos. Si bien se venía celebrando desde siglos atrás, lo cierto es que las primeras referencias al Carnaval nazareno no van más allá de la época de la Restauración borbónica (1874-1931). .

Por aquel entonces (fines del siglo XIX), el Carnaval comprendía los tres días inmediatamente anteriores al Miércoles de Ceniza, más el llamado Domingo de Piñata, llamado así porque en ese día se rompía una piñata (pagada por el consistorio) que contenía dulces y caramelos. De esta manera, la ubicación de esta festividad en el calendario variaba, como ahora, en función de la Cuaresma, por lo que solía caer en febrero o marzo. En 1878, por poner un ejemplo, las fiestas del Carnaval se desarrollaron los días 3, 4 y 5 de febrero

Los primeros alcaldes de la Restauración dieron muestras claras de su voluntad de reglamentar estas fiestas populares con el fin de controlar mejor las diversiones carnavalescas. El orden y la disciplina debían primar por encima de todo, era lo que pensaban. Ese afán reglamentista se plasmará en las Ordenanzas Municipales de 1881, donde los artículos 15 al 18 del capítulo IV están dedicados a las fiestas de Carnaval. Aquellos permitían “andar por las calles con disfraz y con careta, pero sólo hasta el anochecer”, y para nada podían utilizarse “trajes de ministros de la Religión y altos funcionarios de la milicia // y del Estado”.

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Del mismo modo, las ordenanzas prohibían “á los enmascarados llevar armas ni espuelas ya sea por las calles ya á los bailes, aún cuando lo requieran los trajes que lleven, haciéndose estensiva esta prohibición á todas las personas que aunque no disfrazadas concurran á los bailes en los cuales ni los militares podrán entrar con espada ó bayoneta ni los paisanos con bastón, exceptuándose sólo la autoridad que presida”. Únicamente la autoridad podía obligar a una persona a quitarse la careta, siempre que esta última hubiese “cometido alguna falta que no guardare el decoro correspondiente o causase cualquier disgusto en el público”.

1874-1931. Los primeros pasos del Carnaval nazareno

Estas disposiciones encorsetaron, y de qué manera, el espíritu carnavalesco durante la primera etapa de la Restauración borbónica (1874-1902), por lo que la fiesta vivió una etapa de clara decadencia. En los días de Carnaval, los nazarenos se limitarían a celebrar algún que otro baile de máscaras y algunas carreras de caballos por ciertas calles de la villa. Sin embargo, esta última actividad terminaría por desaparecer. En efecto, debido a alguna que otra desgracia derivada de las carreras, la autoridad municipal decidió tomar cartas en el asunto y en las Ordenanzas Municipales de 1881 se terminó por prohibirlas.

Por supuesto, para hacer cumplir las ordenanzas y bandos durante los días del Carnaval, el alcalde solicitaba al jefe de la Guardia Civil una pareja de guardias que rondaría por las calles de la población. Aun así, era inevitable el que se cometieran abusos y protagonizaran escándalos “por excesos de la vevida ó las diversiones”.

{xtypo_quote_left}Queda prohibido correr con carruajes o caballerías por las calles del tránsito los días de Carnaval {/xtypo_quote_left}

El año 1900 supuso el inicio de la recuperación. En ese año tuvo gran éxito una murga titulada ‘Los Marinos’ (la primera de la que tenemos constancia). Sus componentes, disfrazados de navegantes, pasearon por las calles nazarenas montados en una embarcación de madera sobre ruedas y tirada por mulas, al estilo de la moda carnavalesca sevillana. Fue diseñada por el nazareno José Sánchez Rubio, hijo de Juan Sánchez Martín, apodado, como ya sabemos, ‘el Cartero’. Y tanto gustó en el pueblo, que le cantaron la siguiente coplilla: “En la embarcación preciosa / navegan los marineros, / sus formas son caprichosas / quien la hizo lo diremos; / él se llama José Sánchez, / hijo de Juan el cartero. / El año 1900 lo tendremos en memoria, / con alegría y contento / saludamos a su novia”.

Tiempo más tarde, en 1916 y coincidiendo con la llegada a la alcaldía nazarena del liberal Juan Antonio Carazo Gómez comenzó a revitalizarse el Carnaval de nuestro pueblo. Los liberales estaban dispuestos a fomentar esta fiesta, por lo que en febrero de ese año se acordó dar dos premios de 50 pesetas cada uno a la mejor “comparsa, estudiantina o murga” y otros tres (de 25, 15 y 10 pesetas) a los tres mejores disfraces. Como anécdota, cuatro jóvenes que recibieron premios decidieron devolver el dinero para “dar una limosna de pan a los vecinos necesitados”. En años sucesivos volvieron a entregarse premios, como en 1918, que se destinaron 165 pesetas a este fin.

Esta etapa de revitalización del Carnaval desembocó en su etapa dorada, que se desarrolló, curiosamente, en los últimos años de una dictadura, la de Primo de Rivera (1923-1930). Bien es cierto que los primeros años de la dictadura no fueron favorables. Así, el 16 de febrero de 1925 el alcalde José Gómez Martín emitió un bando en el que se prohibía circular con máscaras por las vías públicas y prohibía la circulación por las calles de “comparsas o murgas de ninguna clase”. Asimismo, se autorizaba “el uso de carnavalinas por las calles y se prohíbe el empleo de armas, palos e instrumentos ofensivos, así como entretenimientos y juegos en la vía pública que pueda molestar al vecindario y el arrojar los papelillos mesclados con polvos, tierras, serrín y otras materias nosivas”. Curiosa es la forma de concluir el edicto: “De la cultura de este vecindario confío en que no dará lugar á incurrir en sanciones penales que castigará con todo rigor y que sería el primero en lamentar”. La marcha de la alcaldía de Gómez Martín, en 1926, facilitó el desarrollo del Carnaval nazareno. A partir de ese momento, proliferaron las agrupaciones, y murgas como las del ‘Primito’, del Hueso, del Reloj y la de Antoñillo Ríos tuvieron notable éxito entre el vecindario, gracias a sus “maliciosas” e ingeniosas coplas. Una etapa de esplendor que continuó en los años de la República, pero finalizó bruscamente con el estallido de la Guerra Civil.

{xtypo_rounded3}Unas mordaces coplas
Las primeras coplas cantadas durante el Carnaval por murgas nazarenas que se conservan no van más allá de 1900. En cualquier caso, las que nos han llegado de principios del siglo XX (que no son pocas) tienen un marcado carácter satírico y mordaz, como no podía ser de otra manera, demasiado atrevido para una época en la que la censura estaba muy presente. Recogemos, a continuación, algunas de ellas. Las había de corte político que criticaban abiertamente las disputas en los partidos dinásticos y el caciquismo: “Nunca se ha visto este pueblo tan alegre y divertido, / como el día las elecciones, con las / «contras» de partidos. / Los liberales se desunieron, / y en los dos partidos / se convirtieron, / unos de blusa / y otros de traje, / los dos luchaban, / con gran coraje. / Se cruzaban dineros y prendas por ver quien ganaba / y en coche y automóvil los conducían «pa» que votaran. / Y encima que se comieron lo que no cargan dos buenos potros, / las candidaturas la echaban de otro” (1916). Otras, en cambio, eran un tanto “picantes”: “Una niña muy coqueta / fue a Barranco / con su novio a pasear. / A la mitad del camino, / la niña le dijo al novio: / «Yo ya no puedo andar más. / ¡A mí me pica, Pepe, / yo no sé en qué parte! / ¡Ay, Pepe mío, / yo quiero que me rasques!»/ Consolado, el novio la rascaba, / y de pronto la niña exclamó: / «¡Osú, Pepe de miarma, / osú… qué picazón!” (1928) o esta que decía: “Mi prima Dolores / fue a la plaza de abastos. / A un puesto de berzas / fue ella y se acercó./ Pidió zanahorias, / pimientos y rábanos, pero el hortelano / así le contestó: / «Rábanos… / ya no me quedan, / solo tengo un nabo… / con coronilla y sotana” (1928).{/xtypo_rounded3}

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