El declive de la empresa comenzó con la crisis de 1979 y se acentuó con el secuestro del jefe por parte de los trabajadores
Anadie se le hubiera ocurrido vaticinar, allá por 1969, que Imprenta Sevillana, uno de los negocios más redondos creados en Dos Hermanas, echaría el cierre definitivo sólo 15 años después. Pero, por diversas circunstancias, así ha sido. Ya forma parte de la historia esta empresa con 300 trabajadores (el 70% nazarenos) que se había convertido, por el volumen de ejemplares impresos, en la segunda exportadora de libros de España. Falta por conocer el destino futuro del enorme edificio, situado en un lugar estratégico: en el margen izquierdo de la autovía Madrid-Cádiz, frente al avión de La Motilla.
Un grupo editorial francés, propietario además de la potente Editorial Rombaldi, decide en 1969 invertir en Dos Hermanas, donde la mano de obra resulta más barata que en el norte de Europa. Compran los terrenos de una huerta, levantan la fábrica y la ponen en marcha, dotándola de tecnología punta: la encuadernación automática y la maquinaria off-set colocan a Imprenta Sevillana a la cabeza de Andalucía en artes gráficas. Con una tirada diaria de cuatro o cinco mil ejemplares (la mayor parte libros en francés, alemán e inglés), su ritmo fue tan intenso que incluso funcionaba a tres turnos, las 24 horas del día.
La crisis de 1979 golpea fuerte
La empresa funcionó como un reloj hasta la crisis económica mundial de 1979. Las máquinas de Imprenta Sevillana sólo producían libros en tapa dura que, al ser más caros, empezaron a venderse menos debido a la crisis. A esta circunstancia se unió una inflación cercana al 25%, el aumento de los costes salariales y la incertidumbre de la transición política. Se hacía necesaria una reestructuración que pasaba por una inyección de capital. Los accionistas no se atrevieron y, sin embargo, sí pidieron un crédito al Banco Urquijo, una situación que, al no hacerse frente a los vencimientos de los plazos, terminó en suspensión de pagos.
Secuestro en el aeropuerto
La escena más rocambolesca se vivió en febrero de 1980, cuando el conde Rodolfo Blackenstein, representante de los accionistas, se llevó unos papeles de la fábrica y poco después fue interceptado por miembros del comité de empresa justo cuando llegaba al aeropuerto para coger un avión. Los miembros del comité, algunos de los cuales pasaron un par de días en la cárcel acusados de tentativa de secuestro, pensaban que el conde había firmado el finiquito de la empresa y, para evitarlo, lo llevaron de vuelta a la fábrica. Allí vaciaron su maletín pero no encontraron la supuesta liquidación de la empresa. A pesar de todo, le rompieron toda la documentación que llevaba. Aunque el señor Blackenstein no opuso resistencia, alguien llamó a la policía y más de cien agentes rodearon el recinto. Se formó un gran escándalo que recogió la prensa.
Los trabajadores se hacen cargo
Tras este esperpéntico suceso, la empresa entró en suspensión de pagos y nóminas. Un joven abogado laboralista, Francisco Toscano, les ayudó en la petición de las indemnizaciones. Pero algunos trabajadores de Imprenta Sevillana se negaron a abandonar. El comité de empresa intentó volver a arrancar la producción. Adquirieron una nueva máquina que sí imprimía en tapa rústica e intentaron reflotarla durante cuatro años, hasta que finalmente el banco ha ejecutado la hipoteca y ha puesto a la venta la imprenta. El único consuelo a este triste final es que miles de libros repartidos por todo el mundo llevan hoy el nombre de Dos Hermanas en su sello de origen.
Maquinaria única en Andalucía
La apuesta de Imprenta Sevillana por la tecnología más avanzada la colocó desde sus inicios a la vanguardia de las artes gráficas en Andalucía. Sólo en Madrid y Barcelona existían encuadernadoras automáticas similares. Los primeros empleados fueron traídos de Jerez y El Puerto, donde existían especialistas en impresión debido a la elaboración de etiquetas para el vino. La empresa incluso les facilitó viviendas en la Barriada El Rocío. En la foto, sección de fabricación de tapas en cartoné o tapa dura.
Horarios ‘a la alemana’
No sólo era europeo el capital, también el método y las condiciones de trabajo: buenos sueldos, sí, pero también orden y disciplina. Si alguien entraba 5 minutos antes de su horario y se iba 5 minutos después, se le pagaba un día más de salario. Por contra, si se entraba tarde sin justificar, se le invitaba a no acudir a trabajar al día siguiente, y era considerado falta leve. A pesar de ser una imprenta, no había ni un papel en el suelo, ni por supuesto una colilla (prohibido fumar). En la foto, sección de control de calidad. Al fondo, línea Kolbus de encuadernación en tapa dura.
Tiempo para el ocio
Como toda gran empresa, el personal organizaba torneos de tenis (había pista en el exterior), dominó, ping-pong y celebraban diversas reuniones sociales, como esta fiesta navideña. De aquí salieron muchas parejas de novios e incluso matrimonios. En la foto, de pie : Rafael Sánchez, Mari Reyes, Antonio Sánchez, Mari Carmen, Manuel Sánchez Tristán, Javier Fernández Gañán y Antonia Moreno. Agachados: José Luis, Felisa Martínez y Paco G. Portillo.
Fantástica ubicación
En esta foto aérea se aprecian las naves de Imprenta Sevillana en plena construcción, en 1969. Su emplazamiento, frente a la que es la Primera Urbanización Planificada de Andalucía (La Motilla), y con excelentes accesos (al borde de la Nacional IV), puede ser un reclamo para futuras empresas o parques comerciales. De momento, el edificio ha sido vendido por el banco acreedor a una empresa (Egodin) que ha desguazado la maquinaria.