1953. Los niños del Preventorio recibirán una visita mágica la noche del 5 de enero

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1953. Los niños del Preventorio recibirán una visita mágica la noche del 5 de enero

Unos cien pequeños, hijos de tuberculosos, son acogidos aquí por siete monjas para prevenirles de la enfermedad

Vivir en un palacio, en Dos Hermanas, está al alcance de muy pocos. Y menos, al alcance de quienes han nacido pobres. Pero el centenar de niños que habita, junto a siete monjas, en la Residencia Infantil de Santa Teresa, viven en uno: el palacio de Alpériz, construido en el siglo XIX. En su tiempo fue hogar de esta adinerada familia que creó, en 1889, la fábrica de yute, uno de los motores económicos de nuestro pueblo.

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En fechas recientes, tras años de abandono, el edificio ha sido rehabilitado. Impulsado por el gobernador civil, Alfonso Ortí y Meléndez Valdés, y apoyado por las autoridades nazarenas, se ha creado esta residencia para custodiar, mientras dure la enfermedad de sus padres, a hijos de tuberculosos.

No se esperan la sorpresa
El Preventorio, como se conoce popularmente en Dos Hermanas a esta ejemplar institución, cuenta con el apoyo económico de una Junta Patrocinadora, que sufraga los gastos de comida y educación de unos cien niños de toda la provincia de Sevilla, once de ellos de Dos Hermanas. Gracias a las Hijas de la Caridad, que los cuidan, y de los desvelos de su médico-director, señor Ollero de la Rosa, disfrutan de unas comodidades y unas condiciones higiénico-alimenticias envidiables, alejadas de la precariedad de sus hogares.

Lo que ninguno de ellos adivina es la sorpresa que les espera la noche del próximo 5 de enero. Sus protectores están preparando una visita muy especial: la de Sus Majestades los Reyes Magos. Ya se trabaja en los trajes que llevarán los monarcas (uno podría ser encarnado por el propio gobernador de la provincia) y su séquito, y en el acopio de un centenar de juguetes, que donarán cada uno de los ayuntamientos de la provincia. Además, se van a colocar, alrededor del edificio, las bengalas que anunciarán la llegada del cortejo y que convertirán la próxima noche de Reyes, en un recuerdo inolvidable en las vidas de estos pequeños.

Sólo unos minutos antes de las nueve y media de la noche, los niños serán informados de esta mágica visita…

1953. Entrevista con José María Buces, Capellán

Entrevista con José María Buces, Capellán

El capellán de la Residencia Infantil es José María Buces, que gentilmente nos ha concedido la siguiente entrevista:
-¿Qué finalidad persigue esta fundación?
– Aquí amparamos a niños cuyos padres están atacados de enfermedades contagiosas, para prevenirlos contra la tuberculosis sobre todo.
– ¿Son todos niños sanos?
-No todos; tenemos unos 20 enfermos, que están alojados en un pabellón aparte, completamente independiente del resto del edificio. Está equipado con moderno material médico, entre ellos rayos X.
– ¿De dónde proceden?
– De toda la provincia. Hay 100 niños, cada pueblo de Sevilla sufraga los gastos de uno. Vienen de míseros hogares, sin educación y habituados a la indigencia y al abandono. Están faltos de cariño, saben ser agradecidos con las abnegadas hermanitas.
– ¿A qué edad ingresan?
– Desde los cuatro años, y como tope hasta los catorce. Su estancia aquí es de cuatro a seis meses.
– ¿Los padres pueden venir a visitarlos?
– No muy a menudo. Solamente una visita mensual, y sólo el padre o la madre que no esté enfermo.
– ¿Cuántos hay de Dos Hermanas?
– Actualmente hay once, cinco niñas y seis niños.
-¿Cómo se distribuye el tiempo en la Residencia?
– Se levantan a las ocho y media. Es graciosísimo obervar lo diligentes que marchan con sus toallas a los lavabos. Seguidamente desayunan un buen tazón de café con leche con abundante pan. En días significativos, chocolate y frutas. Después, sus clases de enseñanza elemental, almuerzo, dos horas y media de reposo, y recreo hasta la hora de la cena. Para la dirección es fundamental una buena alimentación. Todos los sábados se les controla el peso. La niña Rosarito Álvarez Barroso, que precisamente es de Dos Hermanas, del Barrio de San José, puso kilo y medio por semana.
– ¿Desea añadir alguna reflexión personal?
– Sí. No hay palabras para ponderar la labor de las siete hermanas de la Caridad de Santa Ana. Hacen grandes progresos con ellos, algunas son enfermeras. Pero yo me pregunto: ¿qué será de ellos cuando salgan de aquí? Lástima da pensar que cuando estos niños vuelvan a su ambiente, en menos de quince días olvidarán  por completo todo lo que aprendieron aquí.

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