(Juan 2, 1-11) EN EL EVANGELIO de San Juan el primer gesto que da a conocer la salvación que Jesucristo trae al mundo es la conversión del agua en vino en las bodas de Caná. En medio de la celebración se quedan sin vino y Jesús manda llenar unas tinajas de agua, y de ellas sacan el vino nuevo, incomparablemente mejor que el antiguo: el vino del amor de Dios en nuestra vida, que trae alegría para todos.
A veces buscamos a la salvación de Dios en momentos difíciles de nuestra vida. Pero Dios está también a nuestro lado en los momentos de alegría y de felicidad; en los proyectos en los que sentimos que nuestra vida tiene sentido y que nuestros esfuerzos van logrando su objetivo.
En esos momentos Jesús pone más Vida en nuestra vida. Nosotros ponemos un poco de esfuerzo, y Él convierte nuestro esfuerzo en testimonio de un mundo nuevo. Nosotros ponemos un poco de cariño y de ilusión, y Él nos hace vivir como hijos de Dios. Nosotros ponemos lo poco que somos, con nuestra ambigüedad y nuestros pecados, y Él hace de todo eso semilla del Reino.
También en tu vida hay mucho que ofrecer, mucho que dar. En todo ello Jesucristo puede poner Vida en tu vida. Puede convertir el agua del trabajo rutinario, de las dificultades que tienes que afrontar, de los sinsabores que exige muchas veces nuestra vida, en vino nuevo de amor de Dios. Orar es hacer pasar nuestra vida por el corazón de Dios; y al contemplar a Dios nos contemplamos como Él nos ve.
A propósito: ¿cómo crees que te contempla el Jesucristo?