Un espejo en el cielo

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1101KATMANDÚ

Icíar Bollaín es uno de los exponentes más claros del cine español donde la conciencia social es prioritaria. Si nos olvidamos de su ópera prima, aquella Hola, ¿estás sola?, el resto de su filmografía está claramente orientada en ese sentido. Podríamos considerarla (salvando ciertas distancias) como la Ken Loach española (y de hecho, ambos tienen en común los guiones de Paul Laverty).

{xtypo_code}España, 2011 (104′)
Escrita y dirigida por:  Icíar Bollaín.
Producción: Luis del Val, Larry Levene.
Fotografía: Antonio Riestra.
Música: Pascal Gaigne.
Montaje: Nacho Ruiz Capillas.
Intérpretes: Verónica Echegui (Laia), Saumyata Bhattarai (Sharmila), Norbu Tsering Gurung (Tsering) .{/xtypo_code}

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Desde el  retrato del maltratador y su víctima de Te doy mis ojos, a la guerra del agua en Cochabamba junto a la barbarie de los conquistadores españoles en América de También la lluvia, pasando por las vicisitudes y las dificultades para sobrevivir de los inmigrantes en España de Flores de otro mundo. En esta ocasión, Bollaín se ha basado en las experiencias de la profesora catalana Victoria Subirana en Nepal para mostrarnos las difíciles condiones de vida del país, la imposibilidad de acceder a la educación de ciertos sectores de la población y el abuso y venta de niñas a burdeles.

Laia es una joven maestra que llega a principios de los noventa a Katmandú como voluntaria en una escuela local. Allí descubrirá la pobreza y el desolador panorama que deja fuera del sistema a los más necesitados. Tras contraer un matrimonio de conveniencia que le permita legalizar su situación,  Laia se embarca en el ambicioso proyecto de crear una escuela en un barrio de chabolas de la ciudad.

La cinta está repleta de buenas intenciones, pero no termina de convencer. La historia huele a melodrama barato de telenovela, los flash-backs son aburridos y sonrojantes y las secuencias dobladas son verdaderamente lamentables. Únicamente la tripleta de intérpretes, con una fantástica Verónica Echegui a la cabeza, una actriz que en pantalla queda de lo más natural y fresca, y que crece más y más a cada película que hace.

Cierto que la puesta en escena está muy lograda, y que los paisajes son impresionantes, situando a Laia en decorados paradisíacos; cierto que la música tampoco está mal. Pero lo fundamental, la historia, no acompaña. Y el modo en que está contada, tampoco. La mayoría de elipsis (alguna demasiado larga) son muy bruscas, demasiado abruptas; algunas situaciones resultan forzadas. Y lo que es peor, el final, con esa mirada y esa media sonrisa de la protagonista, suena mal, suena muy mal, parece un “a rey muerto, rey puesto”. Y eso deja en muy mal lugar al personaje que hasta entonces nos ha llevado hasta allí, al personaje que nos ha enamorado.

 

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