Amargando a pepino sospechoso,
la rabiosa —tediosa— actualidad,
se enfría del fragor en tempestad
del trance electoral tan animoso.
A un tiempo, sibilino y cauteloso,
el calor vuelve al coso y, la ciudad
se prepara a aguantar su terquedad
y su aplomo impertérrito-horroroso.
Y así, con indignados en plazuelas
haciendo redoblar sus cacerolas,
todo sigue su curso y su pisada.
Y así vuelven tristezas-duermevelas
que alejan de dolor las amapolas
y dejan carreteras enlutadas.