ROMPIENDO LAS REGLAS
Cuando se acude a ver una película como Rompiendo las reglas, una cinta claramente destinada al público adolescente, uno ya sabe lo que se va a encontrar. Sin embargo, siempre existe la esperanza de que, por alguna remota casualidad, sus responsables quieran aportar a la historia del cine un producto que, sin ser brillante, al menos resulte decente y, sobre todo, visible. Desafortunadamente, nada de ello sucede en esta nadería que ha dirigido Jeff Wadlow, el mismo que en su día también colmó nuestra paciencia con Cry Wolf.
Estados Unidos, 2008. (110')
Título original: Never back down.
Dirección: Jeff Wadlow.
Guión: Chris Hauty.
Producción: Craig Baumgarten y David Zelon.
Fotografía: Lukas Ettlin.
Música: Michael Wandmacher.
Montaje: Victor Du Bois y Debra Weinfeld.
Intérpretes: Sean Faris (Jake Tyler), Djimon Hounsou (Jean Roqua), Amber Heard (Baja Miller), Cam Gigandet (Ryan McCarthy), Leslie Hope (Margot Tyler), Evan Peters (Max Cooperman), Wyatt Henry Smith (Charlie Tyler), Neil Brown Jr. (Aaron), Lauren Leech (Jenny), Tilky Jones (Eric).
El film nos presenta a la familia Tyler, cuyos integrantes se mudan a otra ciudad. El joven Jake jugaba al fútbol americano en su antiguo instituto y mantuvo una pelea con otro deportista que, al ser grabada con un móvil, se difundió rápidamente por Internet. En el nuevo centro en el que estudia conoce a Baja, una chica que le invita a acudir con ella a una fiesta, tratándose en realidad de una encerrona para que el carismático ‘niñato’ de turno se permita el capricho de combatir contra él. Magullado en su cuerpo y herido en su orgullo, tiene la suerte de tropezarse en su camino con Jean Roqua, una especie de Kesuke Miyagi, que le enseñará todo lo que sabe sobre las artes marciales.
Rompiendo las reglas es un desvergonzado y mal hilvanado cúmulo de tópicos, una cinta de manida estructura que maneja conceptos muy básicos y en los que el desarrollo de los personajes no tiene cabida. El guión de Chris Hauty deja mucho que desear, no ya por la simplicidad de su trama, sino sobre todo por la escasa calidad de los diálogos y por su empecinamiento en introducir en la narración unos pasajes dramáticos realmente forzados. Y sí, hay acción, ruidosas escenas de acción, pero éstas no son nada del otro mundo y de ningún modo justifican la exagerada duración de la película.
Aunque a muchos lectores no les gusta que se les detalle el argumento de un largometraje, por esta vez no puedo resistirme a contarles directamente los minutos finales de esta fallida propuesta de Jeff Wadlow. Así, cuando Jake vence a su rival y regresa al instituto, no sólo se queda con la chica-florero de turno, sino que gracias a él su amigo también puede ligar con otras jovencitas de buen ver y su mentor reflexiona sobre su vida y decide visitar a a su padre con el que ha perdido el contacto. El disparate llega a tal punto que incluso los que hasta hace poco se estaban aporreando de lo lindo, ahora se lanzan miradas de respeto. Vamos, que si hubieran cambiado la canción que se escucha durante esos instantes por una emotiva música de Alan Menken… ¡uno hasta hubiera creído que estaba presenciando una producción de Disney!
Los intérpretes se limitan a exhibir sus atléticas (ellos) y curvilíneas (ellas) figuras, pero, desde luego, lo suyo no es la actuación. La mayoría se han dejado ver en papeles de televisión muy secundarios, caso de Sean Faris (Smallville), Amber Heard (Mentes criminales), Evan Peters (Invasión) y Cam Gigandet (Jack & Bobby, donde también daba vida al típico engreído de la clase, si bien todos ellos tienen alguna que otra experiencia cinematográfica. Los más conocidos del reparto son Leslie Hope y Djimon Hounsou, aunque está claro que no ganarán ningún Oscar por sus respectivos trabajos.