En los zapatos de un candidato

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Si yo pudiese estar en los zapatos de un candidato político y aspirar a ganar unas elecciones tendría muy en cuenta el voto “inmigrante”. Y no es que se haya producido el milagro, por otra parte absolutamente justo y deseable, de que los trabajadores extranjeros en España tengan derecho a votar. Me refiero a ese 5% de la población conformado por inmigrantes, la mayoría latinoamericanos, que por cierto han logrado hace poco la nacionalidad española y habrían adquirido el privilegio de participar en la elección de los gobernantes del país donde viven y pagan sus impuestos. 

Hablar de este tema sin que suene a utopía, debería estar dominado por la reflexión predominante de que España, y en su conjunto la comunidad europea, no puede seguir dando la espalda al fenómeno de la inmigración. Ya somos más de 4,5 millones de personas empadronadas, un contingente enorme de ciudadanos que contribuye decisivamente al bienestar global con sus trabajo e impuestos y que tienen denegado un derecho básico en cualquier estado democrático como es el derecho al voto.

¿No resulta contradictorio que esos inmigrantes sí sean soldados españoles en misiones internacionales en zonas bélicas como Afganistán o el Líbano, pero no puedan ni si quiera elegir a los alcaldes de las localidades donde residen?

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Ahora bien, si yo fuera político buscaría fórmulas y plazos eficaces que garantizaran la condición de ciudadanos a todas las personas que convivimos en este país, independientemente de donde hayas nacido y el derecho al voto es uno de esos aspectos fundamentales para lograr la plena integración de los inmigrantes y luego en paralelo que se adopten otras medidas, como la de gestionar con transparencia en los países de origen, la llegada a España de estos trabajadores, un aspecto clave de incertidumbre económica cuando todavía se desconoce el alcance que tendrá en el mercado laboral la recesión económica que nos acecha.

Quizás todo esto sea pedir peras al olmo. Puede. Pero, mientras tanto, que nadie minusvalore a esos nuevos y futuros votantes que podrían tener las llaves de las próximas legislaturas. Yo lo tendría muy en cuenta. Claro, eso si estuviese en los zapatos de un candidato.

 

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