SWEENEY TODD. EL BARBERO DIABÓLICO DE LA CALLE FLEET
Tim Burton es de esos directores extraños, casi catalogables como ‘freakies’ (y sin casi), que no suelen plegarse a las exigencias de los grandes estudios y que viven alejados de todo el bullicio y las persecuciones de la prensa que se mueve alrededor de Hollywood y de todo lo que allí se cuece, de esos directores capaces de lo mejor (muchos ejemplos podrian ir en este apartado) y de lo peor (aún hay quien tiene pesadillas con aquellas insufriles versiones de El planeta de los simios y la segunda parte de Batman). Es de esos directores que se mueven igual de bien en el mundo luminoso de cintas como Big Fish o Charlie y la fábrica de chocolate, que en el oscuro y sórdido de Sleepy Hollow o La novia cadáver.
Estados Unidos-Reino Unido, 2007. (117')
Título original: Sweeney Todd The demon barber of Fleet Street.
Director: Tim Burton.
Producción: Richard D. Zanuck, Walter Parkes, Laurie MacDonald, John Logan
Guión: John Logan, Christopher Bond, basado en el musical de Stephen Sondheim y Hugh Wheeler.
Fotografía: Dariusz Wolski.
Música: Stephen Sondheim.
Montaje: Chris Lebenzon.
Intérpretes: Johnny Depp (Sweeney Todd), Helena Bonham-Carter (Sra. Nellie Lovett), Alan Rickman (Juez Turpin), Timothy Spall (Beadle Bamford), Sacha Baron Cohen (Adolfo Pirelli), Jayne Wisener (Johanna), Jamie Campbell Bower (Anthony Hope)
Y Johnny Depp es su perfecto alter ego, la otra cara de la misma moneda. Juntos han colaborado en seis películas (desde la primera, hace casi veinte años, Eduardo Manostijeras), incluyendo esta Sweeney Todd, nueva versión cinematográfica de una historia que nació en los años treinta y que conoció, a finales de los setenta, una versión musical que se estrenó en Broadway y que es precisamente la que se versiona aquí, siendo así la primera vez que tanto Burton como Depp se enfrentan a un género tan complicado como el musical, aunque con un personaje y una historia que son dignos de entrar en la extraña galería de creaciones de dicha pareja, junto a Willy Wonka, Ed Wood o Manostijeras.
Benjamin Barker es un barbero que vive feliz con su mujer y su hija de apenas unos meses. Pero el juez Turpin, enamorado de la mujer, hace encarcelar a Barker. Quince años después, éste regresa a Londres, bajo el nombre de Sweeney Todd, y abre una barbería encima de la tienda de la señora Lovett, quien le cuenta que su mujer se envenenó años atrás. Con la ayuda de su vecina y con sus herramientas de trabajo, Todd tratará de vengarse de todos sus enemigos, hasta llegar a Turpin, y reunirse con su hija Johanna, que vive bajo la tutela del juez, ajena a sus verdaderos orígenes.
La película tiene uno de sus puntos fuertes, además de en el aspecto físico, algo que Burton suele cuidar hasta en el más mínimo detalle, en sus personajes. Sobre todo en Sweeney Todd, un ser que no es malvado (después de todo) sino un hombre atormentado, tan centrado y obsesionado con la muerte, con la venganza, que ello le hace perder la perspectiva de la realidad que le rodea, a perder el contacto con la vida.
Debo reconocer que (al contrario que me ocurre con los Coen, de los que hablamos la pasada semana), prefiero al Burton luminoso, al de Big fish, Mars Attacks! o incluso Bitelchús, que al oscuro, sin negar que en ese mundo también me guste.
Y aquí estamos ante el Burton más oscuro, más sangriento, con algunas escenas que pueden llegar a parecer repulsivas, pero sin perder el sentido del humor habitual en el director. Un humor negro, muy negro.
No es el mejor Burton, eso es evidente, pero la mezcla perfecta de asesinatos, música, monstruos y canibalismo, bañado todo ello (casi rehogado, podríamos decir) que Burton ha creado, hacen que uno no pueda evitar sonreir pese a todo y decir “Joder, ¡cómo me gusta!”.