(Lucas 17, 11-19) Al propio Jesucristo le pasó. Vinieron diez leprosos a pedirle ayuda, y él sabía que la ayuda que necesitaban no era sólo la curación de su enfermedad. Sanos y desgraciados los había, entonces como ahora, muchos. Él quería ofrecerles participar del Reino. Vivir en la confianza de Dios, desde la solidaridad con los demás, abiertos a un futuro nuevo.
Él quería ofrecerles su propia persona; quería ofrecerles la salvación, que consiste en vivir en paz íntima y en justicia compartida. Pero ellos cuando estuvieron curados, a pesar del signo de su salud, siguieron desagradecidos, irritados, enfadados con cualquier cosa, preocupados por nimiedades: infelices.
A Jesús le ocurrió, así que a ti también te pasará. Pero cuando des catequesis intenta siempre ofrecer a Cristo, y no una mera reunión. Cuando te pidan una ayuda material, entrega con ella el amor de Cristo. Cuando acompañes una lucha por la justicia y la igualdad, comparte tu fe en Cristo que es la que te impulsa a luchar por la justicia y a solidarizarte con el que sufre.
En cualquier servicio, tú, entrega a Cristo, como él se entrega: humildemente, sin pasar factura, suscitando alegría, compartiendo los sufrimientos de los débiles, sin reprimendas moralizantes; consolando, confortando, comprendiendo. Entrega a Cristo como él se entrega en la eucaristía.
Es una profunda tentación para la comunidad cristiana dar cosas a las personas, incluso a los más pobres, y no ofrecerles a Jesucristo.