LADRONES
Digámoslo claro y sin más preámbulos. Ladrones es, junto a Bajo las estrellas, también reciente estreno, lo mejor que ha dado (y va a dar) el cine español este año. Ambas son obras de debutantes en la dirección y entre ambas acapararon la práctica totalidad de los premios del pasado Festival de Cine Español de Málaga, si bien es cierto que la gran ganadora del certamen fue Bajo las estrellas.
España, 2007. Duración: 108’.
Director: Jaime Marques.
Producción: José Ibáñez.
Guión: Jaime Marques y Juan Ibáñez.
Fotografía: David Azcano.
Música: Federico Jusid.
Montaje: Iván Aledo.
Intérpretes: Juan José Ballesta (Álex), María Valverde (Sara), Patrick Bauchau (Anticuario), Erik Probanza (Novio de Sara), María Ballesteros (Madre de Álex), Carlos Kaniowsky, Christian Sampedro.
Jaime Marques ha contado con una pareja de jóvenes y buenos actores. Y los dos con un Goya en su haber, a pesar de que ambos tienen apenas 20 años (María Valverde los cumplió en marzo, Ballesta lo hará en noviembre). Aunque para ser correctos del todo habría que convenir en que ella es mejor intérprete (y más completa) que él, que prácticamente hace siempre el mismo papel, el de macarrilla de barrio con problemas pero con intenciones de mejorar. Valverde, en cambio, ha demostrado ya una gran versatilidad al variar con papeles tan distintos como los de Los Borgia, Melissa P, o éste.
Álex acaba de salir de un centro de acogida y busca su lugar en el mundo. Mientras busca a su madre, a la que vio por última vez saliendo esposada de un vagón de metro en el que había intentado robar una cartera, empieza a trabajar como peluquero. Pero es cuestión de tiempo que caiga de nuevo en la tentación del robo. Sobre todo cuando conoce a Sara, una pija universitaria, que vive en un barrio acomodado, que tiene todo lo que necesita y quiere, pero que roba ocasionalmente. El chico le hace una propuesta delirante: robar juntos y repartir las ganancias. Pero ella busca un escape a una vida aburrida, busca sensaciones fuertes y acepta. Entre ambos irá naciendo una relación que pondrá irremediablemente en peligro el ‘trabajo’ que se proponen desarrollar.
La película es una incursión en el género del cine de robos, mezclado con ciertas dosis de cine de romance de dos personajes que pertenecen a mundos casi puestos. El director ha creado una obra casi redonda. La elección de los planos es la correcta, la duración de los mismos, la necesaria, ni más ni menos.
Además utiliza sólo lo necesario, con planos que no necesitan de texto que lo explique (la mirada de la carterista en el metro nos cuenta todo sobre ese personaje sin una sola palabra), eliminando lo superfluo para que la historia funcione (un cierto el que nunca veamos a la madre de la chica, siempre hablando fuera de plano), y con una fotografía, montaje y música de gran calidad.
Y por supuesto, la química explosiva entre Ballesta y Valverde. Cada vez que los dos están juntos en pantalla saltan tantas chispas que hasta pueden verse.