Esto es lo que me dice mi nieta Saray cuando pasamos por la puerta del colegio público Consolación: ¡tengo miedo abuelo! Yo le digo: ¿de qué tienes miedo mi vida? No tengas miedo estando tu abuelo a tu lado. Ella me contesta: de esos hombres y mujeres que se ensañaron y le pegaron a mi madre sin motivo ni razón. Cuando voy acompañada por ti o por mi otro abuelo, y cruzamos la calle Maestro Castillo para ir a mi colegio, me siento más segura y no tengo tanto miedo, pero cuando ustedes por algún motivo de trabajo no podéis venir, le digo a mi madre que no pasemos por esa calle, que vayamos mejor por la calle Maestro Braña, para evitar que esto pueda repetirse. Porque tengo miedo abuelo, de que esos hombres y mujeres vuelvan a pegarle a mi madre, y esta vez vaya yo acompañándola, sería terrible y me moriría de miedo, me quedaría marcada para siempre. Ella nunca olvidará la paliza que le dieron a su madre, aunque no fue testigo directo. Pero los pequeños son muy inteligentes y a esa edad muy observadores, y están muy atentos a todo lo que hablan los mayores. Ella ha escuchado a su madre contárselo al resto de la familia y lo mal que lo pasó.
Nosotros, el abuelo Pedro y los hermanos de tu madre, con qué impotencia y resignación nos hemos quedado. Saray, confía y espera que la Justicia haga justicia y castigue a esos seres indeseables y malhechores, y les caiga todo el peso de la ley.
Menos mal que ese día su madre no iba a recogerla, y no vio el puñetazo que le dieron, que le produjo el derrame nasal, ni los tirones de pelo que le dieron las hienas estas. Querida Saray, este país nuestro se debate hoy en día entre el caos y la barbarie. La ignorancia, y la brutalidad se suman al dramático proceso de la vida de los seres humanos, Saray, nieta mía, esta sociedad que el abuelo Pedro llama "suciedad", cada día es más difícil de entender en nuestra época. Tu abuela y yo enseñamos a tu madre desde pequeña a ser libre y solidaria, llevar una vida sana, honrada y sabia, y a ser buena niña con sus semejantes.
Estos recuerdos querida Saray, llenan mi vida de satisfacción, pero a la vez me veo insignificante. Absurdo. Víctima de la insensibilidad egoísta con la que el mundo de hoy se cubre, haciendo gala incluso de su terrible despropósito.
Saray, no tengas miedo, tu abuelo Pedro te quiere con dulce amor y mi corazón se llena de fragancia como una flor. Sé feliz, no tengas miedo, vuelve tu mirada a mí, que siempre sea libre; no guardes rencor, vive. No vale la pena sufrir, que ya, todo, se olvida; no seamos egoístas, demos a manos llenas esa corriente de amor que tanto necesitamos. Tu abuelo Pedro siempre te protegerá Saray, no tengas miedo mi amor.