A cada milla y malla de la Historia,
y cada renglón blanco del pasado
que al uno de noviembre va incrustado,
dedico este mosaico de memoria; ofrezco estas lucernas -atrapadas-
a un día en que el recuerdo se acantona,
mecido en la nostalgia que artesona
a lápidas, a flores y a miradas…
Miradas: estrellándose en los nombres
de aquellos que en su día, fueran hombres,
que en destellos marmóreos del ocaso
muestran un tiempo ajeno a nuestro paso,
dictan nuestro futuro en su reflejo,
y llenan de silencios su consejo
mostrando medio lleno nuestro vaso.
Después vendrá la nota de color
¡por fin! color con savia de esperanza:
flores llenas de luz y de añoranza
que pintan muros muertos con su olor.
Y así se cumplirá la tradición,
y el muerto volverá triste a su hoyo,
y el vivo creerá comerse el bollo,
sin ver que está más cerca su extinción.



























