Cuanto más se acerca Valme,
Dos Hermanas –cada día–,
ve cómo la algarabía
se hace cercana y presente
enlazándose a su gente,
su vida y su romería.
Y así el pueblo, poco a poco,
deja entrever por sus calles
que cada pequeño detalle
que se cambie del cortejo,
provoque luego el reflejo
en la vida nazarena
demostrando, una vez más,
que ante todo esta ciudad
lleva a Valme por sus venas.
Y uno de estos grandes cambios
es que al fin, los peregrinos
verán cómo en el camino
los mulos ceden su paso
a los bueyes, y este caso
ya ha tenido su porción
de reflejo y de secuela,
viendo sufrir a una escuela
las cornadas de un ladrón.