La caricia en la suave melodía,
el beso, la fragancia y el sentido
con que goza el espíritu al sonido,
les fueron denegados en su día.
Nunca vieron canción o sintonía,
nunca olieron la magia de un chasquido,
ni palparon el verbo derretido
declamando el sabor a poesía.
Pero están. Dan valor justo a la suerte
de ser, de sentirse contrafuerte
ante el mundo y sus reglas; triste juego…
Y seguirán trenzando el devenir
con el signo plural de hacerse oír,
en un tiempo en que escucha tanto ciego…