San Fernando lleva a Tomás Muriel al reencuentro con sus raíces en su Pregón de Valme

Emotivo y familiar viaje en sueño por la historia de Valme y su devoción en Dos Hermanas.

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Como un sueño de Valme, en plenas vísperas, o un viaje al pasado, a la historia de la Romería y de la ciudad, para entender el presente y el futuro, se podría explicar el Pregón de Valme que Tomás Muriel Rivas ha pronunciado este domingo, día 8, en la Parroquia de Santa María Magdalena.

Y lo del sueño no era una metáfora, sino el hilo conductor de un pregón que arrancó en la historia, en el mito del agua de vida que brotó en Fuente del Rey con Pelay y Correa y el Rey San Fernando. Un monarca, Fernando III, que acompañó a Tomás Muriel en esta disertación romera, para la que, como él ya hiciera hace unos siglos, el pregonero se hincó de rodilla “ante ti para contarte mi historia e invocarte mi oración”.

El monarca fue el que se le apareció al pregonero una noche, en este sueño de Valme, para convertirlo en su  heraldo y que le llevase ante la Virgen para ver cómo habían pasado los años por Ella y la devoción de su pueblo.  Y fue aquí donde comenzó un viaje por el tiempo en el que el pregonero se paseó por toda Dos Hermanas con un rey de la Edad Media, cual dos amigos bien avenidos, llevándolo a la capilla del Sagrario, dónde la Virgen pidió una oración por “esos desalmados, cargados de odio y pólvora”, que le han robado la sonrisa.

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También pasaron por las instalaciones del Ave María, “una colmena de emociones que late a ritmo de pellizcos”, dónde le mostró las “obras de arte” de las carretas, o por Santa María Magdalena en el sábado de vísperas y Besamano, una jornada en la que la parroquia se convierte en “un rosario gigante en el que sus cuentas  la conforman la marea humana de la genrte” que espera su encuentro con Valme.

Aquí le enseñó al Santo Rey que “las flores que más se parecen a la Virgen son las más simples, emisarias de alegría y embajadoras de esperanza para el consuelo de los enfermos, como medicamento del cielo, con sus cinco pétalos, como las cinca letras que conforman su nombre”.

Una Romería de reencuentros familiares

Acompañando, incluso, a San Fernando en el día de la Romería, el Tercer Domingo de Octubre, en el que el pregonero es más consciente que nunca de ese viaje al epicentro de sus raíces en el que se está convirtiendo este sueño. Ya que, si en su visita al Ave María, se encontró con la figura de su abuela, en representación de todas esas mujeres que han transmitido la tradición de Valme a través de sus flores rizadas, en la romería, Tomás sigue con los reencuentros familiares.

En este día fue consciente del Valimiento de la Virgen antes de su nacimiento en un momento complicado del embarazo de su madre. O se topó con el amor de juventud del pregonero con la que hoy en día es su esposa delante de la carreta de Valme. Aunque, uno de los momentos más emotivos fue su reencuentro, ya caída la noche, con la figura de su padre, ya fallecido, y que le enseño a mirar al cielo, en los momentos difíciles, para encontrar siempre a la Virgen.

Y una vez despierto del sueño, Tomás Muriel se vio reflejado en uno de los espejos de su casa  y “me quedé paralizado” al recordar aquellos instantes de su vida que había recorrido de la mano del Rey en aquellas pocas horas de sueño. Pero, aseguró, “sólo la veía a ella” y fue cuando comprendió aquel misterioso sueño, ya que  “San Fernando no había venido al reencuentro de la Virgen, sino para mostrármela a mí y para que volviera sus ojos a ella y descubriera quién soy, de dónde vengo y cuánto le debo”.

Ir en su búsqueda

Y ahora era él que sentía “un irrefrenable deseo de ir en su búsqueda” y, como  Fernado III, se vio solo y frente a frente ante la Virgen. Con un guiño al pasado y a la historia, el agua volvió a brotar en torno a Valme, como la fuente de Fuente del Rey, pero esta vez era el pregonero que se rompió en sollozos.

Lo hizo al ver “su sonrisa que es la fuente que sana tu angustia, que reconforta al indolente y acongoja al más valiente”. Ya que, añadió, “está nuestra verdad, aquí se escriben las horas de esta tierra de olivares y gente trabajadora. Que no podía ser otra, que Dios vio en ti maravilla para dar amor a esta villa, que aquí te llamarán Valme y serás Madre Divina. Por todo lo que me distes, yo te llamaré mi vida”.

De esta forma puso fin a un emotivo pregón, a una bonita historia muy bien contada y con sentido, en la que, como todas las narraciones, tuvo su principio y su final, en el que no faltaron los sones de la Coral Regina Coeli, que puso voz cantada a los momentos más mágico. Y ahora sí, como cantó el Coro de Valme, también presente en el pregón, llegó una nueva romería.

No era un pregón al uso
Ya lo dijo su hermano, Francisco Muriel Rivas,  durante la presentación, que “la mejor manera de hablar del pregonero era hablando de Valme”, ya que el “corazón de los nazarenos, como el de Tomás, suena  a la Virgen”. Invitando a los presentes a que abrieran los sentidos y se preparasen para escuchar un pregón que no era al uso, “la historia de una vida”, y ese sí que será “un cohete rotundo y fuerte”.

Pregón de Valme de Tomás Muriel

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