España, 2006.
Director: Fernando Cámara.
Producción: Óscar Vigiola.
Guión: Patxi Amezcúa.
Fotografía: Daniel Aranyo.
Música: Javier Cámara.
Montaje: David Pinillos.
Duración: 80 minutos.
Intérpretes: Nawja Nimri (Natalia), Ingrid Rubio (Elena), Pep Munné (Jaime), Juan Sanz (Mario), Cristina Higueras (Eva),Carlos Blanco (Lorenzo)
Siempre hay quien piensa que copiando el estilo, los modos, las peculiaridades de ciertos géneros de éxito que nos llegan en multitud de películas de Estados Unidos, se logrará el éxito aquí. Lo que muchos de ellos no acaban de comprender es que, al copiar las peculiaridades de un determinado tipo de películas no sólo se hace con las ventajas, sino que también se usa (y se abusa) de los inconvenientes, de los puntos flojos que esos mismos géneros tienen, y que se han usado ya hasta tal punto que han dejado de ser efectivos para el espectador que lleva años viendo cine, aunque (también es verdad) siempre hay espectadores noveles, jovencitos que están empezando a descubrir el maravilloso mundo del séptimo arte, que quedan deslumbrados por cosas que, en realidad, son simples destellos, que pueden asombrar, pero que ya han sido vistos en multitud de ocasiones, y por tanto, sorprenden poco.
Natalia tiene una vida tranquila. Vive en una bonita casa, es feliz con su marido, y está embarazada de siete meses de su primer hijo. Entonces, Elena, su hermana pequeña, llega a su hogar con su novio para pasar el fin de semana. Lo que más desea Elena en el mundo es tener un hijo, y precisamente la primera noche en casa de Natalia, descubre que está embarazada. Todo parece marchar de maravilla para las dos hermanas, pero entonces un suceso inesperado hace que surjan los celos, y que aparezca una obsesión destructiva y dañina, que convertirá esos días en una auténtica pesadilla.
El director confiesa influencias de filmes del mismo género como Mujer blanca, soltera, busca… o La mano que mece la cuna, y de hecho se observan coincidencias con éstos: la habitación que la madre prepara para el bebé se parece (ventanal incluido) a la de la cinta que protagonizó Rebecca de Mornay, y la actitud de Elena (coge un vestido de su hermana -sin permiso- para parecerse más a ella)…
Es cierto que la película está bien hecha, que incluso tiene algunos logros, como ‘cambiar’ los papeles esperados convirtiendo a la habitualmente oscura Nawja Nimri en la dulce, y a la normalmente tierna Ingrid Rubio en una desquiciada y obsesiva, celosa y agresiva hermana pequeña. El problema es que todo está tan manido, todo está tan visto ya, que se pierde toda la efectividad porque desde muy al principio se puede averiguar cómo va a acabar la historia, incluyendo los más mínimos detalles. Y ello provoca, inevitablemente, que se pierda la atención que se debiera prestar.
Trastorno está realizada de forma correcta, con un guión que es efectivo porque utilizan elementos que ya han demostrado su utilidad en multitud de ocasiones, pero no aporta nada nuevo, ni al género, ni a la cinematografía española. No obstante, el hecho de que dure tan solo ochenta minutos, de que vaya al grano y no se dedique a divagar con el pasado de los protagonistas (fundamental para entender su modo de actuar), sino a contarlo sin más, es de agradecer.