Amores y fantasmas

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1101RESTLESS

Gus Van Sant cierra su Trilogía de la Muerte con esta Restless. Y, contra las dos anteriores, Elephant y Last days, ésta es la menos oscura, la más limpia, casi ingenua, y (aunque ciertamente, la muerte es tema fundamental en la historia, y marca el devenir de sus protagonistas) casi se podría decir que lo fundamental aquí es el primer amor. Y es que a Restless le falta poco para convertirse en una ñoña historia romántica.

{xtypo_code}Estados Unidos, 2011 (91′)
Título original:  Restless.
Director: Gus Van Sant.
Producción: Brian Grazer, Bryce Dallas Howard, Ron Howard.
Guión:  Jason Lew.
Fotografía: Harris Savides.
Música: Danny Elfman.
Montaje: Elliot Graham.
Intérpretes: Henry Hooper (Enoch Brae), Mia Wasikowska (Annabel Cotton), Ryo Kase (Hiroshi Takahashi), Schuyler Fisk (Elizabeth Cotton), Lusia Strus (Rachel Cotton), Jane Adams (Mabel), Paul Parson (Edward), Chin Han (Dr. Lee).{/xtypo_code}

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Enoch es un adolescente obsesionado con la muerte desde que perdió a sus padres en un accidente de coche. Tiene por amigo al fantasma de un piloto kamikaze japonés que murió al principio de la Segunda Guerra Mundial. Le gusta colarse en los funerales de desconocidos. En uno de ellos conoce a Annabel, una chica con un cáncer terminal, y comienzan una relación que saben que tiene los días contados.

La última cinta de Van Sant se ve con facilidad, es una tierna (demasiado, a veces) historia de amor, del primer amor, que por momentos es tan dulce que empalaga, y las complicaciones que concurren en dicha relación no hacen más que acercarla a los melodramas televisivos que tanto daño hacen a tanta gente. Aunque, también es cierto, tiene momentos mágicos, incluso algunas notas divertidas (ese fantasma japonés que es el mejor amigo del protagonista y que tan poco gusta a muchos es una de las mejores bazas de la historia).

Eso sí, es más hermosa que profunda. El argumento no interioriza demasiado, y se recrea en los momentos de la joven pareja juntos, las miradas, las sonrisas, etc, etc. Demasiado romance, y todo pintado de tonos demasiado cálidos cuando la protagonista está realmente enferma (no se percibe tal enfermedad casi en ningún instante, ni siquiera en los inevitables momentos finales).

Cierto que Van Sant es un director que ya ha demostrado que sabe hacer su trabajo a la perfección, que sabe componer planos de gran belleza y que sabe moverse por la problemática existencia juvenil como si él mismo fuese un jovencito, pero la historia no termina de convencer porque no está bien escrita, y porque, como ya he mencionado, recuerda más, en demasidos momentos, a un telefilme barato de esos de los que llenan pañuelos y pañuelos de lágrimas, a pesar de que también se nota su intento por evitar el sentimentalismo.

Mia Wasikowska (que esta semana ha estrenado, además de esta Restless, la nueva y más gótica versión de Jane Eyre) destaca en un reparto en el que simplemente se mantiene el nivel justo para no parecer malo.

Una película que cierra una etapa en la trayectoria de Van Sant, y que no llega al nivel de sus grandes obras, que entraría en ese grupo que se agrupan con ese nombre tan extraño de ‘obras menores’, y que, casi con total seguridad, pasará desapercibido cuando llegue el momento de recordar su filmografía.

 

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