El día uno de septiembre es ya más importante que el primero de enero. Tal como está planteado aquí el calendario laboral y el escolar es ahora cuando empieza todo: hay fiebre septembrina. Se palpa el hervidero. Parece que el que no se enganche a algo en estos días se queda fuera de juego para todo el año. Son fechas casi míticas las que arrancan con este mes que, por suerte para nosotros, habitantes del Sur, también nos ha traído el ansiado fresquito. Después de haber padecido los casi 50 grados de agosto y horrorizarnos un año más con los incendios estivales, fue muy grato escuchar por la radio, amaneciendo el día uno, que se esperaba en Sevilla una temperatura máxima de 32 grados.
Ya va todo encaminado a la temida o ansiada rutina, según se mire. Por un lado están los que reanudan su tarea con alegría, bronceaditos y con fuerzas renovadas. Esos trabajadores privilegiados vuelven a sus cómodos destinos encarando el futuro con optimismo. Y por el otro, abundan cada vez más los que dicen tener un síndrome depresivo pos vacacional porque el veraneo les ha servido como respiro de una jornada laboral explotadora y agobiante. El trabajo, ese bien tan ansiado y tan escaso en estos tiempos de crisis, si es justo en los horarios y está remunerado con un sueldo razonable, es lo único que nos da la dignidad ciudadana y nos hace personas libres.
Felizmente, ya ha vuelto la peluquera de su merecido descanso; la dentista, la podóloga, el carnicero, el frutero, el pescadero que cerró su puesto del mercado para los días “muertos” de la tórrida segunda quincena… Empiezan los colegios, el verdeo, las academias, los gimnasios, los programas de radio, las galerías de arte, los cursos de otoño, y mil cosas más. Bulle la actividad en las asociaciones, en los grupos corales, en los de teatro, en las ONG, en el hogar del pensionista y en el universo entero. También nos martillea la gran pantalla plana con los anuncios de colecciones inútiles y sigue la telebasura que embrutece y encanalla al personal. Pero, ojo, no te quejes: en tu mando mandas tú. Es muy fácil pulsar el botoncito para buscar canales formativos, artísticos, didácticos, divulgativos y de sano entretenimiento. Hay mucho para elegir en esa caja grande que ya no es el quinto poder del periodismo en un Estado de Derecho: ahora es el primero y principal, tal es su fuerza embaucadora.
En toda esta enumeración de actividades, tenemos que incluir a esos otros trabajadores y trabajadoras que también “renacen” en otoño. A ellos no los llama un horario ni un jefe pero están ahí, y son legión, los que después de la canícula agobiante se aplican por cuenta propia su disciplina horaria y quieren volver a Ser otra vez por la voz, por la danza, por la pluma, por el pentagrama, por el pincel, por el torno, por la aguja, por el barro, por el cincel, por la gubia… se llaman artesanos, pintores, orfebres, bailarinas, ceramistas, sastres, poetas, músicos, escultores, escritores, artistas y creadores de toda laya, estilo y condición, que se apuntan al carro laboral autónomo por estas fechas y le echan agallas y voluntad a la cosa para el bien de la Humanidad.
Uno de esos seres especiales nos dejó cuando empezaba este verano que ahora termina. Su nombre está grabado ya, con letras de oro, en la historia de la literatura. Escribió cuentos, ensayos, novela corta, poesía. No fue un gran lírico, ni un retórico, ni cultivó mucho la metáfora. Su afán era el compromiso solidario con los que menos tienen. Su estilo irónico, rebelde, reflexivo… Ay, compañero, usted sabe que puede contar conmigo. No hasta dos, ni hasta diez, sino contar conmigo. Hoy vuelve, también él en septiembre, con el poder de la palabra que nos legó en su obra. Lo traemos aquí, porque queremos divulgarlo lo más posible, reproduciendo una de sus últimas e imprescindibles creaciones.
Estoy segura de que este poema, escrito por un genio, le puede servir de ayuda a muchos espíritus atribulados en estos días tan raros que vivimos por culpa de los diversos monstruos que se barruntan en el horizonte. La pieza se titula “No te rindas” y su autor es Mario Benedetti: (Uruguay, 1920-2009).
No te rindas, aún estás a tiempo de mirar el alba y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos, liberar el lastre, remontar el vuelo.
No te rindas. Que la vida es eso: continuar el viaje, perseguir los sueños, destrabar el tiempo, quitar los escombros y alcanzar el cielo.
No te rindas, por favor, no cedas. Aunque el frío queme, aunque muerda el miedo, aunque el sol se esconda y se calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay luz en tus sueños. Que la vida es tuya, y tuyo el deseo, porque lo has querido y porque yo te quiero, porque existe el vino y el amor, es cierto. Porque no hay heridas que no cure el tiempo.
Hay que abrir las puertas, quitar los cerrojos, saltar las murallas que te protegieron y vivir la vida, aceptar el reto, retomar la risa, ensayar el canto, extender las manos, desplegar las alas y volar de nuevo.
No te rindas, por favor, no cedas, aunque el frío queme, aunque muerda el miedo. Aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños.
No te rindas. Porque cada día es un buen comienzo, porque esta es la hora y el mejor momento: porque no estás sola, porque yo te quiero.