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Tras la accidentada edición del año pasado, el Festival de Cine Europeo de Sevilla (SeFF 2024) regresó a sus fechas habituales y celebró su 21ª edición esta vez de un modo más o menos normal. Lo hizo, eso sí, con significativos cambios. La llegada de un nuevo equipo directivo siempre quiere dejar su marca personal, para significarse y diferenciase de sus precedentes.

Así, el equipo comandado por el nuevo director del certamen, Manuel Cristóbal, empezó por cambiar la sede principal de las proyecciones (que ahora se ubica en los Cines Odeón del Plaza de Armas), añadió dos secciones competitivas más (Alumbramiento y Rampa, que no todo el mundo termina de comprender del todo), a la vez que eliminaba algunas de las apuestas más arriesgadas, como era Revoluciones Permanentes. Además, ha modificado los premios (que siguen llamándose Giraldillos de Oro, aunque ahora sean una especie de cerámica colorista con la forma de la famosa veleta), y ha cambiado también (aquí está el mayor temor de muchos) la imagen gráfico-nominativa (perdón por el palabro) del festival, que pasa de ser SEFF a SeFF. Esa minúscula, que tan poca cosa parece a primera vista, puede significar una intención (que se niega desde la directiva) de eliminar (o reducir significativamente) la identidad European para pasar a ser sencillamente el Sevilla Film Festival. Esperemos acontecimientos.

En cuanto al tema cinematográfico en sí, comentemos (como cada año) las cintas participantes de la Sección Oficial, en la que, aunque en principio no había un gran bombazo como sí ha pasado en otras ediciones, sí que hemos podido ver un puñado de buenas películas, y alguna pequeña joya que, evidentemente, han resultado finalmente premiadas por el Jurado Oficial, que este año dirigía una estrella, el gran Jeremy Irons, que se paseó por Sevilla, disfrutó de su comida, y hasta se marcó algún taconeo en un tablao (hay por ahí algún vídeo, todavía secreto, que seguramente saldrá a la luz en algún momento…)

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Empecemos por las premiadas. Tres grandes ganadoras entre las participantes con 2, 3 y 4 premios. La francesa And their children after them, de los hermanos Boukherma, se alzó (contra pronóstico, aunque nadie protestó) con el premio gordo, el Giraldillo de Oro. Y también con el premio al mejor actor, para el joven Paul Kircher. La cinta nos cuenta una historia de iniciación a lo largo de cuatro veranos, en los que un grupo de jóvenes de una ciudad desindustrializada ven cómo la vida se torna en un torbellino. Es una historia a medias entre íntima y apabullante, con buenas interpretaciones, pero que quizá queda lastrada por querer contarlo todo, lo que da como resultado una cinta que va a saltos y que no llega a profundizar en nada en particular. Había mejores opciones para premiar, es cierto, pero también peores. No hubo pataleos, tampoco grandes aplausos.

Flow del letón Gints Zilbalodis.

Con tres premios se alzó el letón Gints Zilbalodis, que presentaba la soberbia Flow, cinta animada y sin diálogos (que representa a Letonia en los Oscar del próximo año, y que muy seguramente obtendrá nominación en alguna categoría) en la que un grupo de animales diversos debe unirse para sobrevivir en una Tierra que está siendo devastada por la meteorología y en la que los humanos han desaparecido por completo. Es bella, profunda, toda una experiencia emocional, en la que uno puede verse reflejado en muchos momentos. Recomendadísima. Para ella fueron el Gran Premio del Jurado, el premio al mejor montaje, y el Puerta América (de nueva creación) que premiaba a la mejor cinta de entre las candidatas extranjeras a los Oscar que se proyectaban en el festival (que fueron nada menos que dieciséis).

Pero la cinta que mayor cantidad de estatuillas recogió fue The girl with the needle, representante danesa en los próximos Oscar. Filme muy interesante y ciertamente perturbador (basado en hechos reales) sobre una asesina en serie en la Copenhague después de la I Guerra Mundial. Sobrecoge más por lo que cuenta que por lo que se ve (no hay gran cantidad de casquería ni de imágenes terroríficas, el terror va en lo dramático), a pesar de que el aspecto estético, ese blanco y negro, ese formato 1,66:1, y esa iluminación casi expresionista, ayudan a mantener la tensión y a que la incomodidad esté presente en el espectador en todo momento. Suyas fueron las menciones a la mejor dirección, mejor actriz (para Trine Dyrholm, aunque muy bien habría podido ir también para su compañera Victoria Carmen Sonne), mejor fotografía y mejor dirección artística.

The girl with the needle, representante danesa en los Óscar.

Por último, el premio a mejor guion fue a parar a Secretos de un crimen, representante de Reino Unido para los Oscar. Una historia que tiene lugar en India, y en la que Santosh, una mujer joven que acaba de enviudar y que queda sin medio de subsistencia alguno, se acoge a un plan del gobierno que le permite heredar el trabajo de su marido como agente de policía en una zona rural del norte del país. Poco después, una niña de una casta inferior aparece muerta y violada, y Santosh se verá arrastrada al caso, viviendo los problemas burocráticos, clasistas y machistas de sus superiores. La directora hace alarde de una sutileza enorme, en la que parece que no dice nada pero que sobrecoge y te revuelve en el asiento en muchos momentos. En su contra, parece que no sabe cómo acabar la cinta y hay varios finales perfectos que realmente no lo son, y la película sigue y sigue y sigue…

A parte de las premiadas, en la Sección Oficial también vimos alguna cinta más a destacar. Como Vida en pausa, de lo mejor del Festival, basada en los (muchos y desconocidos) casos reales del Síndrome de la Resignación, una extraña enfermedad que afecta principalmente a niños refugiados en Suecia, que les lleva a caer en un letargo (más bien un coma) que les deja postrados en cama, mientras sus padres tratan de lograr el asilo. Es desoladora, potentísima, escalofriante, y deja claro que Suecia es una película de terror, y no ese lugar idílico al que muchos les gustaría parecerse. Dirige Alexandros Avranas, el mismo que dirigió la brillante (y desoladora) ‘Miss Violence’. También con conflictos burocráticos se topa el protagonista de ‘A missing part’. En ella, un francés lleva años recorriendo las calles de Tokio como taxista con la esperanza de encontrar a su hija, a la que la madre se llevó tras el divorcio. Los terribles problemas con la legislación nipona, que en casos de divorcio permite quedarse con los hijos al primer miembro del matrimonio que se los lleve, quedan bien reflejados no solo en el protagonista, sino también en una compatriota que lucha desesperadamente por poder ver a su hijo, e incluso en algún local. Soberbio su protagonista, Romain Durais.

The Antique, desde Georgia (y también elegida por su país para los Oscar), demuestra que el cine georgiano tiene algo, a pesar de ser muy diferente a lo que estamos acostumbrados a ver, que lo hace casi hipnótico. Cuenta la historia de dos almas solitarias, que acaban viviendo juntas cuando ella (joven que trabaja en una tienda de antigüedades) compra a un precio irrisorio la casa de él (un anciano que pone como única condición que la compra le incluye a él como inquilino), para mostrar la brutal e ilegal campaña de deportación de georgianos que ordenó Putin en Rusia a principios de siglo. No llega al nivel de la fantástica ‘¿Qué vemos cuando miramos al cielo?’ de Alexandre Koberidze, que también vimos en el SEFF hace tres años, pero está bastante bien.

La vida en pausa
Antique

Y dos más, bastante diferentes entre sí, en cuanto al tema y al tono. Paul y Paulette take a bath venía con el Premio del Público en la Semana de la Crítica de Venecia. Y no es para menos, porque es una película (y unos personajes) de los que es fácil enamorarse. Paul es un aspirante a fotógrafo estadounidense y Paulette una chica local, ambos amantes del true crime, que tienen un encuentro casual y recorren la capital francesa más alejada del lujo y las luces, la capital de los escenarios de terribles sucesos como la matanza de la sala Bataclan. Historia encantadora y con un humor retorcido y pasado de rosca en no pocas ocasiones, en la que sobresale Marie Benati (la Paulette del título).

Por último, quizás en el extremo opuesto, Julie keeps quiet. Todo lo que la anterior tenía de luminosa y extrovertida, esta lo tiene de intimista y en cierto modo oscura. Julie es una joven aspirante a estrella del tenis que un día ve cómo, tras el suicidio de otra joven estrella del club, su entrenador personal es suspendido y retirado de la plantilla. Aunque el resto de jugadores y personal empieza a hablar del asunto, de qué ha podido pasar, de sus experiencias con el acusado, ella permanece en silencio (el título es demasiado explícito en ese sentido). En este aspecto, la historia persigue la intimidad de Julie, sus esporádicos encuentros con el entrenador (a pesar de los hechos), y cómo ella va recordando situaciones, conversaciones con él, con una tensión y un desasosiego que va creciendo a medida que pasa el tiempo. 

En resumen, ha sido un SeFF 2024 que, aunque no ha llegado al nivel de su etapa anterior, ha remontado el vuelo después del susto del pasado 2023. Un festival que comenzó con algún que otro fallo no muy perdonable (en los primeros días hubo alguna proyección que tuvo que cancelarse tras sufrir varios cortes y ser imposible poner en marcha de nuevo la maquinaría), pero que fue avanzando paso a paso. No hablemos de la tomadura de pelo (a muchos nos lo parece) del cartel oficial. Copia y pega, ampliada, del del año pasado. Esperemos que en la próxima edición se recupere en parte lo que era. 

Julie keeps quie
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