CAMINO
Desde que se proyectó por primera vez en el Festival de San Sebastián, e incluso desde que empezó el rodaje y se supo de qué iba la historia que contaba Javier Fesser en su nueva cinta, tras los éxitos de El milagro de P. Tinto y La gran aventura de Mortadelo y Filemón, Camino (que, aunque no lo parezca tiene varios puntos en común con las anteriores, aunque sólo sea en la puesta en escena de algunas secuencias) ha estado rodeada de una gran polémica.
España, 2008. (142’)
Escrita y dirigida por: Javier Fesser.
Producción: Luis Manso, Jaime Toures.
Fotografía: Alex Catalán. Música: Rafa Arnau, Mario Gosálvez.
Montaje: Javier Fesser.
Intérpretes: Nerea Camacho (Camino), Carme Elías (Gloria), Mariano Venancio (José), Manuela Vellés (Nuria), Ana Gracía (Inés), Jordi Dauder (Don Luis), Emilio Gavira (Mr Meebles), Fernando Carrera (Dr. Echeverría), Lucas Manzano (Cuco), Pepe Ocio (Don Miguel Ángel), Claudia Otero (Begoña), Miriam Raya (Elena).
Camino es una niña de once años, alegre y risueña. Su madre la ha educado, al igual que a su hermana, a la que ella echa de menos, en el ideario del Opus Dei. Entonces, conoce a un niño, primo de su mejor amiga, y se enamora de él. Ese primer amor nace casi al mismo tiempo que le detectan un doloroso cáncer óseo que la dejan inmóvil y la postra en una cama, apagándola poco a poco. Mientras ella sufre, su castradora madre le impele a que aguante el dolor, por todos los que sufren y por su amor a Dios, que le demuestra que también la ama precisamente mediante el dolor.
La película es una clara muestra del horror y del sufrimiento de una pobre niña, a la que manipulan sin ningún pudor ofreciéndola casi como sacrificio humano a su Dios. Inspirada en hechos reales, en la pequeña Alexia González Barros, Camino es una cinta dura, muy dura, que no ofrece concesiones al retratar los estragos de la enfermedad en la niña protagonista, ni al mostrar el comportamiento de (algunos) familiares y los miembros del Opus.
La cinta está plagada de buenas interpretaciones: Mariano Venancio, que repite con Fesser (lo mismo que Gavira) es un padre sufridor, que asiste a la desgracia de su hija casi como un espectador que no puede hacer nada, no le gusta las opciones que le dan, el camino que toma la situación, pero es incapaz de ofrecer otra alternativa; Manuela Vellés (mucho más recatada que en el protagonista de la fallida última cinta de Julio Medem, Caótica Ana) es la añorada hermana mayor, que ha sufrido en sus carnes un proceso de robotización que la ha convertido en un ser frío, en una autómata que no tiene bemoles de rebelarse (queda bastante claro que su camino habría sido otro de no ser por la espantada de un noviete italiano motivada por la castradora madre); pero sobre todo las fabulosas Carmé Elias (la madre que, a su manera, adora a su hija), y Nerea Camacho, cuya aparición en pantalla sirve para iluminar toda la sala con esa fantástica mirada y que hace que uno salga del cine enamorado de ese personaje. Podríamos estar presenciando (no es nada descabellado) a las próximas ganadoras de los Goya a la mejor actriz protagonista y a la mejor actriz novel.
Camino es una película que no va a dejar indiferente a nadie, un puñetazo en el estómago que deja tocado a cualquiera. Fesser bordea el abismo, juega al filo de la navaja durante todo el metraje, cortándose en numerosos momentos, cayéndose de bruces, pero recuperándose de nuevo y yendo a más. Muchos le recriminarán la excesiva utilización de las escenas de quirófano (aunque son necesarias), o los recurrentes y cursis sueños de la pequeña (aunque no olvidemos que son los sueños de una niña de once años, y que son su único modo de escapar del horror y del sufrimiento que vive), o incluso que haya instrumentalizado la vida real de Alexia (pero esto es ficción, inspirada, eso sí, no sólo en su caso sino en muchos otros, y que ha sido precisamente éste el que le ha servido al director de acicate para decidirse a hacer la película).
De lo mejor (por no decir directamente ‘lo mejor’) del cine español de este año. Una película que golpea, que daña, que deja rastro y secuelas en cualquiera. Una película fundamental, no contra el Opus, sino contra los fanatismos, sean de donde sean, vengan de donde vengan.