Enseñanza concertada. ¡Mos partió!

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Guardo en mi memoria una jugosa anécdota que escuché en mis años estudiantiles de boca del sacerdote salesiano D. Rafael Infante de Cos. Nos relataba en clase el ameno profesor que, en cierta ocasión, se proyectaba en el cine del pueblo una película sobre la Biblia. La sala estaba llena hasta el gallinero. Transcurría la escena de la tentación a Eva, junto al Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, reflejando en su rostro la lucha entre la duda y la soberbia. La escena se alargaba provocando la tensión del respetable: la mujer, ora se acercaba, ora se alejaba, alargaba su mano y luego la retraía, miraba a su alrededor y luego a la fruta prohibida, su rostro se iluminaba y a la vez se contraía. Por fin agarró la manzana con decisión y la mordió, preciso instante en el que atronó todo el patio de butacas con el vozarrón de un parroquiano que gritó desilusionado: ¡Mos partió! Y desde entonces los pobres humanos cargamos con la lacra del pecado original.

La misma sensación sentí en mis carnes el pasado día 2 de julio cuando me encontraba en casa atento a un informativo local en la televisión y me merendé la noticia, no por esperada y asumida menos triste y descorazonadora: “La Consejera de Educación, las Patronales y los Sindicatos habían firmado un acuerdo por el que los docentes concertados se equiparaban a los públicos”.

Cualquier profano o incauto que la oyese hasta podría creérsela. Nada más lejos de la realidad ni más cerca de la falacia y el engaño. Lo cierto es que los docentes concertados seguimos discriminados y en el año 2011, cuando culmine este acuerdo, lo estaremos más porque las distancias se habrán agrandado. Es decir, estos negociadores ineptos y acomodados a su liberación sindical han mordido la manzana que nos condena a la discriminación.

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Pero, insisto, no todos son iguales. Hay quienes se rebelan, siguen creyendo en su derecho y en su dignidad y, contra viento y marea, confían que llegue el día en que brille la justicia. Un grupo notorio de estos valientes, irreductibles e insobornables, se integran en la Plataforma por la Homologación.

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