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EL MAYOR SIGNO de la resurrección de Jesucristo somos los creyentes, los cristianos, nuestra vida de fe y de caridad. Nuestra manera de afrontar las dificultades sabiéndonos acompañados y protegidos por Cristo, nuestros signos de cercanía y de amor por los más pobres, nuestro impulso apostólico y nuestro afán de compartir una fe que nos llena de luz y de vida, éstos son los signos desde los que las personas pueden acercarse a la historia de un hombre que pasó por la Tierra hace 2025 años y preguntarse si estará o no en él el verdadero sentido de toda nuestra vida, la verdadera salvación.

Los signos de que Cristo es fuente de vida verdadera solo se pueden dar en comunidad. La heroicidad de uno habla de él mismo; el amor y la fe de una comunidad que acoge a los débiles y a los fuertes, a los cultos y a los sencillos, a todos, habla de Alguien que los sobrepasa y los trasciende. El pan partido y compartido es signo, desde siempre, de la comunión con Cristo, que es fuente de vida.

No te preguntes si eres digno de ser cristiano. De por ti, no; tú sabes de tus limitaciones y egoísmos. Pero Cristo por cada incoherencia que hayas vivido, solo te preguntará: «¿Me quieres? ¿Estás dispuesto a que yo te cambie por dentro? ¿Quieres poner tu vida a mi servicio?» Y te llamará a vivir con él: «Sígueme».

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Que nuestras comunidades sean el signo que necesitan las personas hoy para acoger la gracia y la bondad de Jesucristo.

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