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Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. …
Déjame que me calle con el silencio tuyo.

EN EL SILENCIO de la persona que amamos encontramos su intimidad, su ser inaccesiblemente cercano, el misterio de su persona que no queremos desvelar porque amamos el misterio. Cuando la persona que amamos calla, y camina en silencio a nuestro lado nos hace más libres, más auténticos, más nosotros mismos. A veces, tanta palabra se convierte en palabrería, y necesitamos la música callada de su mirada, que nos contempla atareados, viviendo, creando.

La ascensión de Jesucristo es esto mismo. Jesús asciende y nosotros contemplamos su silencio que nos descubre la inmensa grandeza de su ser. Jesús asciende y nos deja en radical autonomía, absolutamente responsables de nuestra vida, de nuestro mundo, de nuestro hermano. Jesús asciende y permite una nueva comunión con Él a toda persona, sea cual sea el lugar en el que se encuentre, el momento que esté viviendo de su historia. Jesús asciende y, por eso, lo podemos encontrar en la profundidad más cotidiana. Él, en cambio, abre el espacio de nuestra vida para que seamos nosotros mismos.

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Déjame que te hable también con tu silencio
Claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

La poesía es siempre más que el poeta.

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